Por Javier Martínez
(Artículo dedicado a Don Francisco de Quevedo y Villegas)
(Artículo dedicado a Don Francisco de Quevedo y Villegas)
En su discurso de investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valladolid -en la no lejana fecha del 25 de noviembre de 2011- el bellaco de Josep Fontana Lázaro no dudó en declarar desde su mismo inicio “haber aprendido a conocer y estimar esta tierra”, en referencia a Castilla, gracias a amigos –estos si insignes historiadores- como Julio Valdeón, Felipe Ruiz Martín y Ángel García Sanz, alguno de ellos ya desaparecido que a buen seguro se revolverá en su tumba si llega a escuchar las últimas deposiciones verbales del infecto sujeto que hoy nos ocupa.
Poco tiempo ha pasado desde entonces, lo que descarta un cambio académico, ideológico o de parecer reflexivo pero también repentino dada la naturaleza de las declaraciones, y es ahora cuando esa cita adquiere su significado: no era cortesía sino cinismo, no había sinceridad, simplemente se estaba justificando, su subconsciente estaba tratando de ocultar, de excusar y negar sutilmente más bien, su subyacente castellanofobia, esa mezcla de odio, desprecio y envidia que ahora aflora y que su nada egregio cerebro no sabe controlar o eliminar. Imprudente y falto de razón, terco y porfiado en lo que dice, el viejo ideólogo izquierdista catalanista, ergo anticastellano -valga la redundancia-, ha soltado babas y espuma por la boca y nos ha deleitado con un nuevo excremento –lo que prueba una vez más que el hijoputismo anticastellano, es decir, el catalanismo (aquí en su versión de izquierdas)-, no descansa nunca. Lean un anticipo del excremento que el vil, mezquino y avariento Fontana nos lanza y contengan el vómito a continuación si pueden:
"[…] Mil años nos han ido haciendo diferentes [de los castellanos] […] Tras la manifestación del 11 de septiembre del 2012, cuando se produjo aquella reacción, muy espontánea (sic), de la gente, que cogió a los políticos por sorpresa, mi idea era explicar por qué se había producido ese fenómeno, que la gente se dé cuenta [¿también espontáneamente?] de que (sic) no es una cuestión de los últimos dos años, sino de los últimos 500 años. [...] Cataluña es un país (sic) donde no hay grandes fortunas, ni grandes magnates feudales como en Castilla, ni grandes fortunas urbanas como en Italia. [...] Cataluña crea una sociedad que negocia [...] Se crea desde muy pronto un tipo de gobierno que genera unas constituciones y un tipo de derechos que la gente conoce porque les da garantías. Que les garantiza cosas tan importantes como no poder ser castigados sin juicio previo. Eso es algo que los militares castellanos no entienden. [...] Con la suma [palabra utilizada para evitar otra, unión] con la Corona de Castilla el sistema podría haber desaparecido y haberse provincializado. Y lo que hay es todo un intento de mantenerlo, desarrollarlo y actualizarlo. Hay una revolución catalana que va de 1480 a 1706. [...] En 1714 Cataluña, que está en pleno progreso y empuje económico, es coartada.
Entrevistador: Ese es el consenso actual entre los historiadores catalanes. Pero al otro lado se sigue hablando de la modernidad y el progreso traído por los borbones tras suprimir unas obsoletas rémoras medievales:
Respuesta: Es que no lo eran. [...] El mito del progreso borbónico es una tontería. Los borbones hacen que España, que aún era una gran potencia, pase a ser una ruina en 1808. Y aquello de que en Barcelona se luchaba por la libertad de toda España... lo que sucede es que son conscientes de que la libertad de aquí depende de que allí también exista. De aquí sale, en la burguesía, la idea de hacer una nación española en que las libertades sean equivalentes. El proyecto [ilustrado y liberal] de hacer una nación española rechaza la idea de que lo que se necesita es sujetar a la gente de aquí a las leyes de Castilla. Esta burguesía [catalana] en el XIX renuncia a la lengua y tiene ese entusiasmo porque quieren construir una cosa nueva. Ese fracaso del proyecto liberal era inevitable porque no se podían fusionar dos sociedades [castellana y catalana] distintas con mentalidades distintas. [...] La conciencia [catalanista] de lo que se perdió pervive en un medio popular, antes de que la burguesía empiece a mirar hacia atrás para crear mitos. Y los soldados se encuentran con problemas con sus superiores, el funcionario que reclama los impuestos suele ser castellano... En el teatro popular bilingüe el castellano se reserva a personajes ridículos, pretenciosos y autoritarios. Las cosas vienen de abajo, y no cambiarán hasta finales de siglo, cuando la burguesía ve que no tiene nada que hacer en la política castellana. [...] No hay ningún Gobierno posible en Madrid, de derechas o de izquierdas, que se pueda permitir negociar una declaración de independencia. Y el otro; la ilusión de los políticos españoles de que todo esto es como un delirio, una enfermedad, pasará y todo seguirá siendo como antes. No. Nada será como antes. Porque si algo importante pasó el 11 de septiembre del 2012 es que fue la gente la que dijo que estaba hasta las narices.
Entrevistador: refiriéndose a la segunda guerra carlista [Vd. dice que] «Madrid no entiende nada»...:
Respuesta: La sociedad castellana en la baja edad media tiene un problema considerable, el de las tres religiones. En lugar de tolerancia, un problema. Nosotros no nos libramos [de la intolerancia], pero no marca tanto nuestra cultura. La palabra raza es una palabra de origen castellano en cualquier lengua del mundo. Raza era un defecto en un tejido. Y se transmite ese significado a la raza de moros y judíos. Este hilo de intolerancia hace que nunca acaben de entender que los otros hablen distinto, que sean distintos. O que quieran tener unas formas de vida distinta. No lo entienden. Y ese no lo entienden lo ves cada día. Han sido educados para no entender nada. Y cualquier cosa que se les ponga por delante... ahora me dicen que soy un viejo estalinista que se ha hecho nacionalista. Cuando entré en el PSUC era tan nacionalista como ahora. El programa del PSUC hablaba de autodeterminación. Sé que algunas cosas que he escrito irritarán. Pero editar el libro solo en catalán ayudará a que lo lean menos.
Entrevistador: ¿No habrá traducción [al castellano]?:
Respuesta: He dicho que no. Quería explicar cosas a gente que tiene la misma cultura, que ha tenido las mismas experiencias, que se ha encontrado con los mismos problemas y con la que tenemos una visión del mundo compartida, que es lo que acaba fabricando toda esta identidad.
Entrevistador: ¿Se rinde? ¿No hay nada que hacer [con los castellanos]?:
Respuesta: No es eso solo. He escrito este libro pensando en lectores catalanes. Si he de hacer los mismos razonamientos a lectores castellanos, lo tendría que reescribir completamente. Y no sé si vale la pena el esfuerzo."
(Entrevista a Josep Fontana, presentado como "maestro de historiadores" (sic), en El Periódico de Cataluña digital, 22/10/2014, promocionando su última deposición castellanófoba de próxima aparición en estanterías de papel higiénico: 'La formació de la identitat. Una història de Catalunya', un nauseabundo y ofensivo chorroborro)
Ahí queda eso para los anales de la Historia. Anales de ano, no de años, que es por donde este miserable puerco eructa sus opiniones y su marronáceo magisterio. Y digo yo, ¿a qué espera la Universidad de Valladolid para retirarle el título de Doctor Honoris Causa?, ¿no sería mejor declararlo animal de mirada baja, personajillo non grato, o simplemente, Detritus Oloris -u Horroris- Causa? Sin duda se ajustan mejor al perfil de bellaco gualdrapa que lleva dentro, al de mamífero artiodáctilo del grupo de los Suidos dada su jeta alargada, sus pezuñas, nariz y mirada porcina.
¿Qué pasa en Cataluña que no hay semana que no nos vomiten un desprecio?, ¿qué pasa en Castilla que estas cosas ni se denuncian, ni se publican, ni se rebaten? ¿De qué somos culpables los castellanos para merecer semejante y continuado trato por parte de los peris (internauta Villaroel dixit)? Si a un catedrático emérito castellano de Historia se le ocurriese soltar algo así, que no es el caso, contra Cataluña o los catalanes se armaría, con razón, la de San Quintín. En cambio, contra Castilla, todo vale, nunca pasa nada, sale gratis. Nadie la defiende, nadie se defiende. La anulada e indolente -quizás por troceada y triturada territorial, política y socialmente- sociedad castellana, ausente de todo debate, ni se inmuta pese a que le llueven los escupitajos. No es ni el primero ni el último que difunde esas burdas falacias anticastellanas en el Principado. Es algo que se empeñan en expandir desde la oficialidad política y cultural. Esas teorías tienen muchos ecos, gozan de gran difusión, de enorme aceptación entre los fétidos ideólogos catalanistas de todo pelaje que alimentan el cerebro inerte de sus gentes, tan contaminadas de odio al castellano. El éxito editorial con esos ingredientes está asegurado, que se lo digan a Sánchez-Piñol, otro juntaletras que padece castellanitis aguda. ¿Qué responder, qué hacer con abrazafarolas como el zafio Fontana? Cualquier cosa menos perder el tiempo razonándole a un suido fanático, a un malandro del bolígrafo; ¿pienso para cerdos tal vez? No sé a Vds., pero a mí no se me ocurre ninguna utilidad mejor que meter su verraco cuerpo, previa trituración, en el dornajo, y usarlo como carne picada, como hamburguesas para los de su misma especie, como pienso para los de su piara. Razonar y debatir se reserva a humanos, es cualidad exclusiva de la vida inteligente. Y no es el caso.
P.D.: Raza, del latín radĭa, de radĭus. Basta una simple consulta al diccionario para comprobarlo.
¿Qué pasa en Cataluña que no hay semana que no nos vomiten un desprecio?, ¿qué pasa en Castilla que estas cosas ni se denuncian, ni se publican, ni se rebaten? ¿De qué somos culpables los castellanos para merecer semejante y continuado trato por parte de los peris (internauta Villaroel dixit)? Si a un catedrático emérito castellano de Historia se le ocurriese soltar algo así, que no es el caso, contra Cataluña o los catalanes se armaría, con razón, la de San Quintín. En cambio, contra Castilla, todo vale, nunca pasa nada, sale gratis. Nadie la defiende, nadie se defiende. La anulada e indolente -quizás por troceada y triturada territorial, política y socialmente- sociedad castellana, ausente de todo debate, ni se inmuta pese a que le llueven los escupitajos. No es ni el primero ni el último que difunde esas burdas falacias anticastellanas en el Principado. Es algo que se empeñan en expandir desde la oficialidad política y cultural. Esas teorías tienen muchos ecos, gozan de gran difusión, de enorme aceptación entre los fétidos ideólogos catalanistas de todo pelaje que alimentan el cerebro inerte de sus gentes, tan contaminadas de odio al castellano. El éxito editorial con esos ingredientes está asegurado, que se lo digan a Sánchez-Piñol, otro juntaletras que padece castellanitis aguda. ¿Qué responder, qué hacer con abrazafarolas como el zafio Fontana? Cualquier cosa menos perder el tiempo razonándole a un suido fanático, a un malandro del bolígrafo; ¿pienso para cerdos tal vez? No sé a Vds., pero a mí no se me ocurre ninguna utilidad mejor que meter su verraco cuerpo, previa trituración, en el dornajo, y usarlo como carne picada, como hamburguesas para los de su misma especie, como pienso para los de su piara. Razonar y debatir se reserva a humanos, es cualidad exclusiva de la vida inteligente. Y no es el caso.
P.D.: Raza, del latín radĭa, de radĭus. Basta una simple consulta al diccionario para comprobarlo.