miércoles, 25 de marzo de 2015

Cospedal, el trasvase Júcar-Vinalopó y Alarcón

Por Javier Martínez

“El trasvase Júcar-Vinalopó se ha desbloqueado definitivamente, y será realidad en breve con aportes de agua [por primera vez] desde el pantano de Alarcón [en Cuenca] que permitirán abaratar el coste de bombear caudales desde la parte baja del río valenciano, en la toma del Azud de la Marquesa. El esperado acuerdo ya está cerrado y tan solo resta que el Ministerio de Medio Ambiente le dé carta de naturaleza y habilite los trámites para el envío del agua, con esta solución salomónica que no hiere sensibilidades ni en Valencia ni en Alicante” 

El entrecomillado es de ABC (C. Valenciana) 09/03/2015 y deja claro tres cosas. Primera. El Júcar no es un río castellano en ninguno de sus tramos, sino valenciano exclusivamente tal y como escriben a diario todos, repito, todos los medios valencianos (da igual su ideología) no por casualidad o ignorancia. Como “río valenciano” que es, no solo físicamente, sino más importante aún, funcionalmente, es decir, administrativa, económica y socialmente, los valencianos mandan y los castellanos emigramos con nuestra habitual cara de gentes dóciles y sumisas (llevamos grabado el ¡ea! en la frente, algo que se percibe muy bien cuando introducimos el voto en las urnas al PPSOE). Segunda. El Estado, lejos de ser centralista, se comporta como periferista. Nada nuevo. De todas las infraestructuras radiales del país, es decir, todas, las más sangrantes para los restospañoles o castellanos como yo, no lo son ni las autovías ni los ferrocarriles que rara vez sirven al interior, que nos atraviesan pero no nos comunican, que nos convierten en simples lugares de paso. Las más sangrantes, decía, son las hidráulicas (canales, acueductos y trasvases como el Tajo-Segura), útiles solo para la Santa Periferia Española, la niña bonita del país (España, Ex-paña, Estado español, Este País, táchese lo que no proceda). Expolio con humillación incluida. Ni regadíos en La Manchuela ni ostias no sea que aprendamos a cultivar melones y les dejemos sin naranjas. Tercera. El Estado español no se hizo para que haya regadíos, empleo y futuro en la meseta, donde habitan los mesetarios (dicho sea sin restarle ni un ápice de la carga despectiva que encierra el término, tan usado por todos sabemos quiénes), gentes cuya sensibilidad es secundaria, no así la de valencianos y alicantinos, ¡por Dios!, que no deben pelearse entre ellos, que estos si son españoles de primera, no como los castellanos, restospañoles y se acabó. La “sensibilidad” de los castellanos, o no existe o se la pueden pasar por el arco del triunfo políticos e instituciones sin más. Total, hablamos de Cuenca y Albacete, seres en peligro de extinción.

ABC 09/03/2015
Pero, ¿de qué estamos hablando? Hablamos de la enésima traición y puñalada en la espalda al pueblo castellano, más concretamente al conquense (y albacetense), hablamos del acuerdo entre el Ministerio de Agricultura, la Generalidad Valenciana y cabe suponer que de la Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha regida por la señora Cospedal (que actúa sirviéndoles el café al más puro estilo Bono-Barreda), consistente en trasvasar agua desde el pantano de Alarcón (Júcar) por primera vez hacia el Vinalopó alicantino “para evitar y abaratar el coste de bombear caudales desde la parte baja del tramo valenciano en la toma del Azud de la Marquesa” a los pobres levantinos, costes que tendremos que pagar los ricos castellanos, que como de costumbre tenemos espaldas y tragaderas para todo, así como para “evitar las continuas trifulcas por el agua entre valencianos y alicantinos que provocan los trasvases entre esas dos provincias”. Las trifulcas con los castellanos, esas si son asumibles, ¡qué se jodan los mesetarios!

Históricamente, desde Alicante, se pide agua del Júcar desde la toma del Azud de la Marquesa, en el tramo valenciano del Júcar, por ser medianamente abundante y de calidad aún (es un decir), pero los valencianos se oponen porque eso les resta agua a ellos en el tramo final del río antes de desembocar en Cullera, ofreciéndola solo desde aquí (bombeo arriba), cosa que los alicantinos no aceptan porque en ese tramo ni hay agua, ni es de calidad pues el río es ya una inmunda cloaca, se ha esquilmado ya totalmente convirtiendo al mismo en una charca infecta y porque claro, hay que bombearla hacia arriba y no están dispuestos a pagarla. Ahora, para 'solucionar' la negativa a trasvasarse agua entre ellos en su tramo del río, no se les ha ocurrido otra cosa que acudir, como siempre, al tramo conquense, a Alarcón, ese pantano cuyas aguas no pueden por las leyes españolas (adviértase la intención de esta palabra) usarse en regadíos en la castellana Manchuela, donde está el pantano, el Júcar y el Cabriel, ríos todos ellos intocables salvo si se es valenciano. Esta es la 'solución' ideada por Fabra, el presidente valenciano, para evitar las peleas entre levantinos. Y Cospedal de compras en Loewe. Muy listo Fabra y la ministra Tejerina: la “solución” consiste en un cambio de sitio del problema, a nuestra costa, claro, que para eso somos restospañoles sin sensibilidad como bien claro han dejado todos. Y es que los levantinos también se oponen a los trasvases cuando han de cederla, no así cuando han de recibirla.

Voces de Cuenca, 15/03/2015
Pero esto no es todo. No hace falta ser muy listo para darse cuenta que en el acuerdo además de violarse por enésima vez la teórica preferencia de las cuencas cedentes y el derecho a su uso, así como a una compensación económica justa, hay una subvención encubierta ilegal ya que la fórmula elegida implica que en la factura de los hogares se está incluyendo el coste del bombeo extra para el agua de regadío, es decir, que como los agricultores levantinos no pueden, o no quieren, pagar el sobreprecio del bombeo, nos lo repercuten a todos en nuestros hogares. ¿Cómo era eso de además de putas ponemos la cama? Esto es manifiestamente injusto, ilegal e inmoral, porque no solo se llevan nuestra agua, sino que les pagamos para que se la lleven. Eso sí, de los beneficios que ella genera no vemos ni un euro. Visto que el doble expolio-trinque que soportamos goza del visto bueno del periferista Estado español, ¿tendrá algo que decir Europa?, ¿alguien acudirá a los tribunales?

Y digo yo, ¿qué fue del famoso Decreto Romero de hace décadas para construir entre 50 y 60.000 hectáreas de regadío en La Manchuela conquense y albacetense, que crearían 20.000 empleos agrícolas y agroindustriales, además de los indirectos e inducidos?, ¿tendrá alguien, ejem, arrojos de incluirlo en su próximo programa electoral? ¿Para cuándo un partido de estricta y exclusiva obediencia castellana, un partido castellanista que nos libere de nuestras cadenas y miserias?, ¿cuándo seremos capaces de decirnos a nosotros mismos que haremos (con nuestra propia agua del Júcar y del Cabriel, sin pedirle nada a nadie y pese a quien pese), lo que otros ya hacen con la ajena?, ¿cuándo, en definitiva, dejaremos de consentir que nos tomen el pelo unos y otros, de aquí y de allí, del PP y del PSOE, de que se nos sacrifique para beneficio de otras partes de España?

Solo en esta legislatura se han cometido algunos de los más graves atropellos contra los intereses económicos de Castilla, tales como el bochornoso acuerdo Tajo-Segura, al que por primera vez se le dio rango de ley y que establece unas normas que dan seguridad jurídica y tranquilidad solo a los agricultores levantinos, lo que significa que por primera vez, si no nos dejamos expoliar el agua, estamos incumpliendo la ley.

Y eso por no hablar de la estafa jurídica y política que supone mantener dentro de la cuenca hidrográfica del Júcar a comarcas valencianas enteras que son independientes de este río, tales como El Alacantí o la Marina Baja del acuerdo, lugares que recibirán ahora el agua de Alarcón como si fuese propia, lo que a mi juicio se hace para encubrir lo que realmente es, un trasvase, y para aumentar la superficie y la representación política valenciana en la Confederación Hidrográfica del Júcar, el 60% o más de cuya superficie no es realmente Júcar.

Ese anticastellano acuerdo, digámoslo sin rodeos, demuestra el permanente y calculado engaño del Ministerio de Agricultura cuando aseguró que “excluiría de la futura demarcación hidrográfica del Júcar las comarcas citadas” y deja en evidencia al jefe de la Oficina de Planificación Hidrológica de la Confederación del Júcar, Teodoro Estrela, quien públicamente “descartaba de manera tajante la opción de trasvasar desde el pantano conquense de Alarcón hasta el Vinalopó” asegurando, en junio de 2014, que “no había alternativa a que la toma del trasvase fuera en Cullera’ y que “así se contempla en el Plan de Cuenca del río y de la demarcación”.

Todo ello demuestra hasta qué punto se pitorrean de nosotros, de sus propias declaraciones y de sus propios planes y leyes, así como la preeminencia de los intereses valencianos sobre los castellanos en esta España periferista. Alberto Fabra, presidente de la Comunidad Valenciana, le ha ganado la partida a Mª Dolores de Cospedal, como en su día Zaplana se la ganó al coleccionista de caballos de carreras y áticos Bono y al terrateniente y marqués Barreda, el hombre que se sacó “su” plaza de profesor en la Universidad de CLM (¿en cuál si no?) siendo consejero de Educación.


domingo, 22 de marzo de 2015

Castilla la Novísima o la tercera vía para el sur

Por Javier Martínez


Escribía recientemente el escritor, filósofo y catedrático de Lengua y Literatura andaluz, José Mª Vaz de Soto (Paymogo, Huelva, 1938), en El Mundo 02/03/2015, un artículo titulado “Castilla la Novísima” que con agradable sorpresa para mí decía: 
“No diré que para la gente en general ni para la gente culta, pero para la semiculta del norte de España, Andalucía es pueblo llano autóctono y aristocracia venida de fuera, o dicho con una imagen de no lejana actualidad, Cayetana de Alba y gitanos. Vaya por delante que yo soy, o me considero, un andaluz de la tercera vía. No me hace gracia la identificación de Andalucía con los gitanos, ni tampoco (por más que así nos vea cierta gente de Bilbao o Valladolid) con una masa agitanada y unos pocos aristócratas llegados de otra parte, o sea, de la suya. Y es que de esa otra parte, esto es, de la España medieval cristiana, procedemos históricamente, nos guste o no y les guste o no a ellos, no sólo la aristocracia, sino la inmensa mayoría de los actuales andaluces. En cuanto a los gitanos que aquí viven, por supuesto que son tan andaluces como los payos, pero no son, como algunos creen, Andalucía; sólo parte de ella, y no la mayor”
O sea, como en todas partes, añado yo, por lo que no se explica que sea solo con esa tierra con la que se identifica el gitanerío, el flamenquito y la heroína que se chutaba el amigo Camarón. Nada que no veamos en las barriadas de Madrid, Barcelona o Valencia… o París, Burdeos y Marsella. ¿Por qué solo se asocia la marginalidad con Andalucía? , ¿no será que allí se idolatra a "los perdedores"? Y hasta al enemigo-invasor.


Cada 23 de noviembre, día de la Toma de Sevilla, se procesionan conjuntamente la espada Lobera de Fernando III (cogida por la punta por el alcalde pues la empuñadura se reserva al Rey) y el Pendón de Castilla (portado por el concejal más joven) por el interior de la catedral (Foto ABC Sevilla 24/11/2011). El burgalés Ramón Bonifaz fue el primer marino condecorado como Almirante de Castilla tras capitanear con éxito la toma de Sevilla por el río, encargo que recibió directamente de Fernando III (que asedió por tierra), y cuyas naves fueron construidas en las denominadas cuatro villas marinas de la costa cántabra de Castilla: Laredo, Castro Urdiales, Santander y San Vicente de la Barquera, sede de la Marina de Castilla creada por su abuelo Alfonso VIII. Este es el origen de la Armada de Castilla, la primera peninsular, formada toda ella por marinos montañeses, los primeros en llevar el pendón castellano a Sevilla. Menos conocido es que también fueron los montañeses quienes llevaron la ganadería a esas tierras. Felipe González, ex-presidente del gobierno español a finales del siglo XX, e hijo de ganadero, es descendiente de esa estirpe castellana cántabro-montañesa de ganaderos. Trascurridos los siglos, resulta sonrojante que Fernando III, el creador de Castilla la Novísima, haya sido "sustituido" por el grotesco Blas Infante.
Continua el artículo: 
“Tampoco me parece nada acertada, por muy poética que pueda sonar, la identificación de Andalucía con ‘las gentes que a mi tierra vinieron’, como rimaba Manuel Machado, o sea, con los árabes o los moros. Es más, resulta paradójico y disparatado que algunos andaluces hayan terminado identificándose con nuestros enemigos seculares de antaño, sabiendo como sabemos que Andalucía fue, desde mediados del siglo trece, vanguardia de la España cristiana contra el Islam hispánico y norteafricano, empezando por la llamada Frontera, que ha dejado su nombre en tantos topónimos andaluces, como Jerez de la Frontera, Arcos de la Frontera, Morón de la Frontera o Aguilar de la Frontera, así como en los romances denominados fronterizos por Menéndez Pidal”. 
En efecto, hay hoy una Andalucía oficial y política que por alguna extraña razón, quizás para auto-justificar su existencia administrativa, olvida intencionadamente a los tres verdaderos creadores de Andalucía. A saber, Alfonso VIII de Castilla, el que abrió la lata en Las Navas (La Carolina, Jaén), Fernando III de Castilla, el que se comió todo el pescao habido y por haber del valle del Guadalquivir (Jaén, Córdoba, Sevilla y parte de Extremadura) y atrajo, unió y fusionó, para la causa castellana, la sangre leonesa, e Isabel I de Castilla, quién cerraría el candado castellano tras la Toma de Granada y cuya conmemoración-celebración-homenaje tanto jode hoy a la izquierda pro-moruna local, que no dudan en manifestarse con banderas verdiblancas con lemas en árabe. Y lo peor, han sustituido y arrinconado a tres gigantes de la política y la historia patria, por un botarate padrecito imaginario de una presunta “patria” andaluza: el filoislamista Blas Infante.

“Por tanto, señores andalucistas blasinfantiles de cualquier partido, perdonen que les lleve la contraria, pero nada de ‘volver a ser lo que fuimos’, porque nunca lo fuimos; es decir, nada de musulmanes, casi nada de árabes ni de moros, poco de gitanos y rebajen ustedes las supuestas tres culturas de las que siguen presumiendo a falta de mitos prehistóricos o altomedievales. Yo aceptaría para nuestra región, al margen de estatutos de autonomía y proclamados padres de supuestas patrias, el sobrenombre de Castilla la Novísima, de no ser porque no quiero que se me confunda con fundamentalistas de signo opuesto y porque pienso que hay también una Andalucía más o menos leonesa (Huelva y media Sevilla), otra algo aragonesa y levantina (Almería y parte de Granada) y otra, dispersa, de todavía más al norte, incluso de allende el Pirineo. Pero frente a los adictos al mito, tanto de por aquí (Blas Infante, sin ir más lejos) como de por allá (Ortega y Gasset a la cabeza), prefiero adscribirme, antes que a la ficticia Andalucía ‘oriental’ de los románticos o a la manuelmachadiana ‘de la raza mora, vieja amiga del sol’, a la Andalucía europea y cristiana -creyente o incrédula a estas alturas de la modernidad- comoquiera que queramos llamarla.” 

No tema don José Mª, en aceptar lo de Castilla la Novísima. Ignoro el motivo, pero observo con preocupación que en cuanto nace el más mínimo atisbo de castellanismo en los hijos de la tierra de los castillos, nosotros mismos, más aún cuanto más cultos, nos encargamos de abortarlo. Creo honestamente que tememos ser equiparados a la carcunda periférica, tan desleal, tan atrabiliaria y tan antiespañola. Afortunadamente, el castellanismo político no ha tenido ensoñaciones ni tentaciones independentistas ni filototalitarias; ni siquiera necesitamos inventarnos una historia para sentir el pecho hinchado, nos mueve alzar nuestra débil voz contra los que vilipendian nuestra lengua y legado desde tres o cuatro esquinas peninsulares. Es algo defensivo. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién? ¿Vamos a pedir perdón por ser Castilla, por qué habéis de renunciar a llamaros Castilla la Novísima? Las primeras batallas que se pierden son las que no se disputan. Y esta es una batalla ideológica, intelectual. Si Blas Infante de alguna manera ha triunfado en el imaginario andaluz ha sido por incomparecencia del resto.



¿Quién era Blas Infante?


Blas Infante Pérez de Vargas (Casares, Málaga, 1885-Sevilla, 1936), de apellidos inequívocamente suecos, notario de profesión y político de vocación, fue el principal ideólogo del andalucismo, unas veces de matiz regionalista, otras federalista y no pocas nacionalista de tipo islamófilo. Anarcoide e izquierdista radical siempre pese a su origen aburguesado, es el gran enterrador y desprestigiador de la raíz castellana y católica de Andalucía, estando además considerado oficialmente, cágate el lorito, tanto por el Congreso de los Diputados como por el Parlamento de Andalucía como el “Padre de la Patria Andaluza”, como el creador de Andalucía cuando no pasó de ser un pintoresco intelectual más, bastante malo a poco que se analice su obra. Como todo izquierdista con sueños revolucionarios que se precie, primero ha de nacer y vivir en una casa acomodada. Hijo de licenciado en Derecho (¡en el siglo XIX!) secretario de juzgado, ergo funcionario del Estado, y madre labradora de clase media con tierras en propiedad, fue a la Universidad de Granada, como los señoritos entonces, donde se licenció en Derecho sin más. No fue hasta la década de 1920, siendo ya notario, profesión típicamente obrera, cuando descubrió el mundo jornalero andaluz y sus penurias, algo que le era ajeno, aunque no indiferente: “Yo tengo clavada en la conciencia desde la infancia la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo” escribió.

Creador-inventor-soñador de una identidad e historia andaluzas, nunca mejor dicho, muy personal, no se arrendó y se consideró elegido para reinventar a su gusto para Andalucía (el gran sur del reino de Castilla), toda suerte de cuentos más o menos filoislamistas que se le ocurrió entre vino y vino. Entre sus inventos al más puro estilo Sabino Arana, un día vio la luz y encontró una bandera, un escudo y un himno para Andalucía como si la cuartelada castellana nunca hubiese existido. Así diseñó la infame bandera verdiblanca: inspirándose en el verde, color del islam (y de los Omeyas), y el blanco (color de los Almohades), esto es, adulando al enemigo secular de los castellanos que allí llamamos andaluces. Jamás entendió que si "andalusí" y "andaluz" se parecen, no es más que una coincidencia fonética (hablamos de pueblos étnica, cultural, religiosa y políticamente distintos y enfrentados), que Al-Ándalus no es Andalucía, sino la España musulmana, cualquiera que fuese su extensión, que como todo el mundo leído sabe, fue variando su territorio según la reconquista avanzaba y que en su máximo apogeo cruzó los Pirineos. Reconquista, no conquista, nótese el matiz.

Durante algún tiempo, el llamado Pendón de Castilla con el que se conquistó Sevilla en 1248 y que se conserva en su catedral, se pensó, al no encontrar explicación a los tres cuarteles a uno, que era un paso previo al diseño definitivo del reino unificado de Castilla y León, que llevaba unido apenas 18 años. Hoy se sabe, gracias al Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico que lo restauró, que hubo dos restauraciones en siglos anteriores de las que no se tenían noticia donde se recosió con retales de otros pendones. Eso explica que el león esté girado hacia la derecha y que hay un castillo de más y un león de menos.
El propio Blas Infante dejó escrito que la primera idea de la bandera andaluza se la sugirió una manifestación de mujeres en Casares, su pueblo, que portaban una “bandera” de solo dos franjas horizontales, una verde y la otra blanca. Quiso ver en esos trapos para protegerse del sol un origen histórico. De hecho, él mismo dejó claro que la elección de los colores tenía su origen en su admirado mundo musulmán. Observó que en 1195, tras la victoria mora sobre las tropas cristianas de Alfonso VIII de Castilla, en la Batalla de Alarcos, sobre el alminar de la mezquita mayor de Sevilla, entonces Isbiliya (árabe أشبيليّة), ondeó una enseña verde (color del islam, no lo olvidemos) junto a otra blanca (de los Omeyas). Otra fuente de inspiración del tarambanas de Blas Infante, parece ser una vieja leyenda mora según la cual a un iluminado que predicaba en los pueblos del Atlas marroquí se le apareció una especie de ángel que le revelaba un fabuloso Imperio que unía las dos orillas del estrecho de Gibraltar, con el verde paraíso de Al-Ándalus (los moros siempre consideraron a Hispania su paraíso terrenal) y el blanco Magreb de los almohades. Así pues, el verde-blanco-verde sería algo así como Al-Ándalus-Magreb-África subsahariana, también musulmana, claro. Por si eso no fuese suficiente inspiración, existe un poema de Abu Asbag Ibn Argam, natural de Guadix y visir del emir Almotacín de la entonces taifa de Almería, que cita una enseña verdiblanca (normal si son moros) que ondeaba en la Alcazaba de Almería en 1051 antes de que los castellanos les dieran matarile y se limpiaran los zapatos con ella. Normal si son moros que usen el verdiblanco, pero anormal y subnormal si son cristianos, huelga decir.

No solo la desnortada izquierda andaluza anda sin brújula. La derecha garbancera no le anda a la zaga, le hace seguidismo. Especialmente llamativo es que el alcalde de Sevilla, el juez Juan Ignacio Zoido, del PP, homenajee y reivindique al cretino separatista y converso de Blas Farsante, un tipo fascinado por el Islam y la España musulmana (Ál-Ándalus) no desde una óptica cultural o meramente histórica, sino política. Para Zoido "el 4 de diciembre es el día que los partidos y organizaciones del ámbito del nacionalismo andaluz reivindicamos como el Día Nacional de Andalucía. Es por tanto una fecha que deben recordar todos los andaluces, junto al nacimiento de Blas Infante, el 5 de julio de 1885 [...] hay que mantener vivo el legado del padre de la patria andaluza, que incluso llegó a dar su vida por ella. Formar parte de Andalucía es también saber transmitir este legado" (EFE/Diario de Sevilla, 05/12/2011). Blas Infante propuso, en "El ideal andaluz", un Estado andaluz separado del resto de Castilla y España y hermanado con Marruecos, llegando a asegurar que "el idioma andaluz (sic) debía escribirse con caracteres árabes y no latinos". Blas Infante, padre de la patria andaluza, también para el PP como vemos, solicitó su entrada en la masonería (sociedades secretas anticatólicas que buscan el poder absoluto mediante subterfugios) en 1923, en una logia reunificada llamada Isis  y Osiris (perteneciente a la Gran Logia de Oriente de España). Sr. Zoido, ¿cómo pretenden gobernar alguna vez en Andalucía? La gente siempre prefiere el original a la copia, aún cuando el original sea estiércol.
No acaban ahí las banderas moras verdiblancas conocidas en las que este tuercebotas se pudo inspirar. Aunque el estandarte nazarí del emirato de Granada era rojo, de los veintidós estandartes tomados por el conde de Cabra (¡maldito castellano!) a Boabdil en 1483, dieciocho ostentaban los colores verde y blanco. Es cierto que verde fue también el estandarte que los Reyes Católicos dieron en Granada a las Guardias Viejas de Castilla (el ejército castellano para entendernos) para su defensa, pero no parece que sea este el origen de la inspiración de don Blas, vista la alergia y la urticaria que lo castellano y lo católico le producían a partes iguales.
Foto de Blas Infante vestido con chilaba marroquí que nos ocultan. Si este señor hubiese hablado una sola vez con cualquier gitano andaluz (éstos si de otra raza aunque tan andaluces como el que más, conste), se habría percatado que todos ellos llaman castellanos a los andaluces blancos. Esa costumbre de llamar castellanos a quienes en otras partes llamarían simplemente payos no es casual. Los gitanos no se han visto influenciados por el botarate de Blas Farsante, viven pegados a la tradición. Tampoco es difícil oír a andaluces que dicen "los castellanos y los guiris somos diferentes", en relación a los turistas. Yo lo he oído en la Costa del Sol, probablemente la zona más cosmopolita de Andalucía.
El 8 de mayo de 1521, año comunero en toda Castilla, el pueblo hace tiempo castellano de Sevilla (desde 1248), vio como en uno de sus barrios, el de Feria, auténtico gueto donde se amontonaban los descendientes de moriscos y andalusíes aún no expulsados, se alzan y recorren la ciudad dirigiéndose hacia el Ayuntamiento, al que lanzan piedras y todo tipo de objetos, diciendo dame pan. El asistente (alcalde) de la ciudad calmó a la muchedumbre ofreciéndole vino, o sea, alcohol, detalle no menor. Pero el 9 de mayo seguían teniendo hambre en la morería (nunca hubo buena convivencia entre las tres culturas, eso son mitos, la realidad es que vivían en barrios separados), se apoderan de armas y piezas de artillería y liberan a los presos. Sevilla, que siempre estuvo del lado realista durante las revueltas comuneras, quizás para asegurarse la protección del Rey contra el latente problema étnico-religioso interior, temió una revuelta similar a ésta por lo que llamó rauda al ejército castellano que aplastó la rebelión y ajustició, según costumbre de la época, a los cabecillas cortándoles la cabeza y colgándolas en la ventana principal de palacio de los marqueses de la Algaba. En la mayoría de ciudades andaluzas, el problema gordo no eran tanto los altivos flamencos europeos que manoseaban el reino, como los moritos. Eso explicaría que la mayoría de ciudades andaluzas apoyasen la causa realista frente a la comunera (que sí prendió en la meseta). De hecho, la causa comunera si tuvo apoyo en las zonas altas primeramente reconquistadas del gran valle del Guadalquivir, donde la limpieza étnica ya estaba avanzada o terminada (Baeza, Úbeda, Jaén), donde los moros había sido empujados hacia Granada. Aquel amotinamiento de la moruna sevillana contra la carestía de los alimentos que se decía antes, o de la vida que decimos ahora, se hizo recorriendo las calles precedido por un estandarte verde tomado a los moros por Alfonso X y que se custodiaba en la iglesia del Ómnium Sanctorum. El episodio es conocido como el Motín del Pendón Verde (Ramos, 1987).

Perroflautismo Er Llano (sic) o cómo no saber quién era tu padre ni tu madre. Gustará más o menos, pero la preocupación por la pureza y la limpieza de sangre fue una constante de la historia de España durante siglos, lo que acababa en expulsiones y deportaciones masivas y constantes de los moros por toda la península, hasta no dejar ni uno. También para evitar continuas revueltas sociales y políticas. Estudios recientes genéticos confirman que el rastro étnico musulmán es inapreciable y que incluso es menor en Andalucía que en Galicia, Léon o Zamora, por ejemplo. Otro mito, como el de la presunta idílica convivencia de las tres culturas, que cae. Aquí hubo una cruenta guerra que duró 800 años, un choque de civilizaciones.
Durante la Conspiración del duque de Medina Sidonia en 1641 (un episodio oscuro cuya veracidad genera controversia y que se sitúa en el contexto de la crisis de 1640, simultáneo a la revuelta de los catalanes y la independencia de Portugal, donde el IX duque de Medina Sidonia y el VI marqués de Ayamonte planearon una simple conjura nobiliaria de carácter estamental o particularista según unos, o un intento secesionista o independentista, al modo catalán y portugués según otros, por el que se pretendía sublevar Andalucía contra el rey de Castilla para instaurar en ella una Monarquía en la persona del citado duque), una bandera partida verticalmente de verde y blanco fue la enseña de la alianza sediciosa entre el duque de Medina-Sidonia con los moriscos de Tahir Al-Horr, que se alzarían en Andalucía oriental (Ramos, 1987). El IX duque de Medina Sidonia, recordémoslo, era el jefe de la casa de Medina-Sidonia, depositaria del ducado más antiguo de la nobleza castellana, poseedora de vastos señoríos en el antiguo emirato de Sevilla y otros más pequeños en el de Granada, la mayor fortuna de la región castellana de Andalucía y una de las mayores de España. Repárese cómo verde, islam, enemigo, traición y sedición van muy unidos siempre.

Otra idea-ocurrencia de don Blas el farsante fue la de crear un himno andaluz. Bueno, crear, lo que se dice crear, es mucho decir. En realidad lo falsificó. Cogió una cancioncilla popular andaluza y le quitó la letra sustituyéndola por otra de su invención. Eso hoy sería un fraude imposible de comercializar. Pero ahí está viva la ocurrencia.

¿Acabamos con Granada o con los moros invasores?, ¿lo hicieron mis antepasados o los tuyos que vives en Andalucía? O acabábamos con ellos, o ellos lo hacían con nosotros. Tan fácil de entender como eso. Pero no es que no lo entiendan, es que ocultan sus verdaderas intenciones: el andalucismo no es tal cosa, es una máscara del islamismo. El andalucismo, para ser auténtico y creíble, debería ser una parte del castellanismo. Contraponer lo andaluz a lo castellano, simplemente es del género estúpido porque son lo mismo.
Tras presentarse varias veces a las elecciones, y nunca obtener representación, decidió viajar a Marruecos en 1924. Antes, en 1919, redactó el Manifiesto de Córdoba, donde se acuña por primera vez lo de “nacionalidad histórica” para Andalucía, así, con un par, ninguneando implícitamente su pertenencia histórica al reino de Castilla, y que entre otras lindezas decía:
“Sentimos llegar la hora suprema en que habrá de consumarse definitivamente el acabamiento de la vieja España […] Declarémonos separatistas de este Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la Libertad; de este Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los pueblos extranjeros […]. Ya no vale resguardar sus miserables intereses con el escudo de la solidaridad o la unidad, que dicen nacional”
En Marruecos, donde visitó la tumba de Motamid en Agmhat y conoció a los supuestos descendientes de éste, se convirtió al Islam mediante la Shahada (ceremonia pública de su reconocimiento como musulmán), en una pequeña mezquita de Agmhat, adoptando el nombre de Ahmad. Los testigos del acto por el que Blas Infante se convertía/reconocía musulmán fueron dos presuntos "andalusíes" nacidos en Marruecos (ergo no son ya andalusíes pues estos eran los musulmanes nacidos en Hispania o Al-Ándalus) y descendientes de moriscos: Omar Dukali y otro de la Kabila de Beni-Al-Ahmar.

Como se ve, primero renunció a sus apellidos y orígenes castellanos (como los de todos los andaluces por otra parte) y luego a su cultura católica. También aprendió árabe, dicen. Sin embargo, su familia no aceptó jamás esa conversión al Islam. En una entrevista publicada por los diarios del Grupo Joly, su hija, María de los Ángeles Infante (nombre de pila cuanto menos significativo), desmiente su filiación islámica y afirma que era un gran admirador de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, además de benefactor del convento de Madres Dominicas ubicado en la calle San Vicente de Sevilla. Lo que da idea de la empanada mental y de identidad de este hombre abducido por la huella árabe en su tierra, no así de la romana, la visigoda o la castellana, la más evidente de todas. Y es que una cosa es la admiración por las cosas buenas que el islam nos dejó y otra muy distinta confundir el culo con las témporas, los cojones con comer trigo.

Blas Infante en Agmhat, peregrinó a la tumba de Motamid, conoció a Omar Dukali, descendiente teórico del último Emir (equivalente a Rey) de Sevilla y testigo de su Shahada (ceremonia pública de su conversión), el 15 de septiembre de 1924, ante dos testigos que le regalaron una chilaba y una daga bereber. Buscando al descendiente del enemigo para arrodillarse ante él, así podría calificarse su viaje y su vida.
Blas Farsante no hizo otra cosa en toda su vida que falsear la historia de Andalucía, deformarla hasta la náusea, algo muy frecuente en la historiografía romántica de finales del siglo XIX y principios del XX. Y la farsa continúa, esta vez con la colaboración de las instituciones. Todo ello en aras de favorecer un localismo alicorto, de vuelo gallináceo.
Pocos saben que cuando se diseñó la bandera andaluza, los nacionalistas islamófilos andaluces, tan castellanófobos ellos, incluyeron como territorio andaluz a Badajoz y Murcia. Ese ramalazo expansionista es, junto a su carácter islamófilo, motivo suficiente para ser rechazada. Actualmente, el nacionalismo andaluz, ahondando más en su ignorancia y delirios, promueve cambiar el lema del escudo que reza "Andalucía por sí, para España y la Humanidad", una de las pocas cosas dignas de esa ideología, por "Andalucía por sí, por los pueblos y la Humanidad". De momento, no se les ha ocurrido eliminar los leones hispánicos del mismo, debido sin duda, a que no conocen el significado de los mismos, cosa que ya le pasaba a Blas Farsante.
En 1928 viajó a Galicia para reunirse con los ideólogos del galleguismo, que también se apuntaban al deporte de vilipendiar a Castilla y lo castellano (muy extendido desde 1898), llegando a participar en la revista galleguista Nós (Nosotros). En esa época también conoció Portugal. Viajar no estaba al alcance de cualquiera, solo de los señoritos con posibles. En 1931 participó en la candidatura del Partido Republicano Revolucionario a las elecciones generales. Resultado desastroso, queda fuera. Tras pasar por el Partido Republicano Federal, también fracasa en su intento de conseguir representación; en 1931 publica “La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía”, donde critica con dureza la manera de actuar de la República y relata el boicot al que fue sometida su candidatura andalucista en las elecciones. En esta obra, su postura se radicaliza al definir como Estado Libre a Andalucía. A pesar del boicot anterior se presentó de nuevo en las elecciones de 1933 por Málaga, dentro de una coalición llamada Izquierda Republicana Andaluza formada por el Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) y por la Izquierda Radical Socialista. Todo “moderación”, como se ve. Nuevo fracaso electoral del neo-morito. Fue ese año, en 1933, cuando propuso que la melodía del canto religioso Santo Dios, un himno que cantaban los segadores de algunos pueblos andaluces a la salida o a la puesta del sol, fuera el Himno de Andalucía, cambiándole la letra por un texto suyo, no sea que sonase demasiado castellano o católico, es decir, andaluz auténtico.
Bandera de Ál-Andalus, es decir, de la España musulmana, cualquiera que fuese su cambiante extensión, y no de Andalucía. Su parecido a la inventada por Blas Farsante no es casualidad. El andalucismo creó, y coló, la bandera del enemigo siglos después de haber desaparecido. Esa bandera,
Un falsificador nato este hombre, que sin embargo sí tuvo cierto grado de compromiso social con la causa de los "descamisados" del campo. Esto último, unido tal vez al hermoso lema grabado en el escudo andaluz ("Andalucía por sí, para España y la Humanidad"), de inequívoca universalidad, pero otra falsificación heráldica más pues procede del escudo de Cádiz, han servido para blanquear su ideario, para adoptarlo y acomodarlo sin rascar demasiado en el mismo. Y lo ha hecho tanto la indocumentada izquierda pijoprogre como la ramplona y acomplejada derecha seguidista andaluza. Cosas de las élites políticas andaluzas posTransición, que no de Andalucía, que necesitaban un progenitor de la patria para justificar sus cargos de nueva creación y chupar del bote (erario).

En La Junta de Andalucía no cabe un tonto más.
Este himno, junto con la bandera y el escudo elegidos en la Asamblea de Ronda de 1918, son actualmente los símbolos oficiales de Andalucía, según el artículo 6.2 del Estatuto de autonomía de Andalucía de 1981, reformado en 2007, y con el visto bueno de los cantamañanas del PSOE y PP, que dieron así rango de oficialidad a tanto disparate. Tras las elecciones de 1936, con la victoria del Frente Popular, el movimiento andalucista recobró fuerzas (la izquierda española y el andalucismo filoislamista tenían en el anticlericalismo católico un punto en común). Durante la Asamblea de Sevilla celebrada el 5 de julio de 1936 se aclamó a Blas Infante como presidente de honor de la futura Junta Regional de Andalucía. Como lo oyen, presidente de honor a quién jamás consiguió un triste escaño y además “de la futura Junta”. Para qué esperar. El 18 de julio se inicia la Guerra Civil según unos (según otros la verdadera Guerra Civil se inició en 1934), desatándose la barbarie que todos conocemos. Detenido en su casa de Coria del Río, fue fusilado, sin juicio ni sentencia (éstos tampoco esperaban), junto a otros dos detenidos en la carretera de Sevilla a Carmona. Cuatro años más tarde el Tribunal de Responsabilidades Políticas, creado después de la guerra, le condenó a muerte y a sus herederos a una multa económica, según un documento de 4 de mayo de 1940 fechado en Sevilla, no por traición, no por troyano de la causa mora, sino “porque formó parte de una candidatura de tendencia revolucionaria en las elecciones de 1931 y en los años sucesivos hasta 1936 se significó como propagandista de un partido andalucista o regionalista andaluz”.

De alguna manera, toda la izquierda andaluza bebe del ideario blasinfantista que hace posible que hoy, partidos como Podemos, IU o el PSOE (y sus brazos sindicales) reivindiquen sin despeinarse expropiar la Catedral de Córdoba o la Giralda de Sevilla, antes mezquitas, y más antiguamente aún iglesias visigodas. Monumentos que si han sobrevivido arquitectónicamente ha sido precisamente porque los cristianos católicos castellanos no eran tan salvajes e insensibles como los pintaba el islamófilo Blas Infante. No podemos decir lo mismo de las iglesias visigodas, arrasadas por los moros. No verán jamás a ningún partido andaluz (tampoco de la acomplejada derecha, todos ellos unos cagarrias), reivindicar la bandera castellana. Incluso es difícil verles ondear una rojigualda española, no así una de la II República. La subliminal alianza izquierdista-andalucista (en sentido islamista) domina el panorama andaluz.
Que nadie lo dude. Si este majadero viviese hoy, es altamente probable que sería uno de esos yihadistas occidentales del Estado Islámico que quema vivos en jaulas expuestas al público a los católicos, rebana con sus cimitarras el cuello de los occidentales que secuestran o despeña desde la azotea de los edificios a los gays que osan ser libres. Todo grabado y retransmitido por internet. Un auténtico tontolhaba con chilaba este caballo de Troya. ¿Creen que exagero? Lean lo que decía el personaje en una entrevista el 11/06/1931 concedida al periodista sevillano Fco. Lucientes en el diario El Sol:
"Los liberalistas [próximos a la anarquista CNT], suprimido ese valladar de esclavitud, vamos más lejos: a unir un latido común por Andalucía a 300 millones de seres a quienes destruyó su cultura la tiranía eclesiástica. Pregunta: ¿Ve ese instante inmediato? Un 'crack' en Europa, por ejemplo una nueva guerra, lo produciría automáticamente. Entonces, el 1.200.000 andaluces que viven sus nostalgias de Tánger a Damasco y los 300 millones de hombres de Afro-Asia que sueñan por nuestra cultura, intervendrán para destruir de una vez la influencia del Norte"
Sí, del Norte, de Castilla, de la Cristiandad, de España entera, de Occidente. Lo dice bien claro. Que semejante botarate converso defensor del enemigo secular y gran falsificador de la historia andaluza tenga docenas de estatuas, placas y reconocimiento oficial en Andalucía (cada 28 de febrero es homenajeado en el Día de Andalucía), y aún en España, es un oprobio para la auténtica, católica y castellana Andalucía, la que un día se supo Castilla la Novísima, a la que se mancilla. Más ignominia aún si se tiene en cuenta que el pueblo andaluz, siempre le dio la espalda elección tras elección. Ni un acta de concejal de pueblo, oigan. ¿Se necesita o no la tercera vía, a Castilla la Novísima? Hoy Andalucía vota en elecciones al Parlamento regional. Más que votar, lo que deberían hacer es botar y vomitar al blasinfantismo, al trapo verdiblanco, a cuanto recuerde a esa Andalucía folclórica de charanga y pandereta, flamenco y trajes de gitana incluidos. Eso o acabarán nuestras mujeres vistiendo como cucarachas. Eso o tasas de paro crónicas del 35% (59% entre los jóvenes, cuya tasa de abandono escolar del 33% simplemente sonroja).

¿No a la celebración-conmemoración-homenaje de la Toma de Granada? Naturalmente que sí.
Extremadura leonesa, Extremadura castellana

No quiero terminar sin antes hacer referencia a la bandera de esa otra región española, Extremadura, mitad leonesa, mitad castellana, que también ha caído, aunque en menor medida, en la mitificación de lo árabe o moro como identificativo de lo andaluz-extremeño, pese a que es un hecho probado la desaparición física por expulsión de la totalidad de la población árabe-musulmana y de la disolución de la poca cultura que quedó de éstos en la católico-castellana, cultura que básicamente se reduce a la arquitectura, no así al idioma árabe ni a la religión musulmana. En Extremadura, también se cayó en el pozo ciego de diseñar con aires morunos su bandera autonómica al usar los colores del enemigo, caso menos conocido que el andaluz. ¿Casualidad? En esta España botijera que tenemos, lo dudo.

Toda la basurilla al completo oponiéndose a la celebración de la Toma de Granada por parte de sus ancestros. Vivir para ver. El cubo marxista que todo lo recoge.
Creada en 1977, la bandera-trapo extremeña tampoco escapa a la fascinación islamista posTransición vivida en toda España: en este caso la banda negra, única diferencia respecto de la andaluza, hace referencia a la dinastía aftásida de los emires de Badajoz. Claro que otras versiones aseguran con orgullo que hace referencia al paro, la marginación y el atraso además de a los almohades. ¿Pero cómo se puede sentir orgullo de eso? Tampoco falta quien hace un potaje histórico, sin duda tras fumarse diez porros, mezclando la Orden de Alcántara cristiana con el reino de Léon, el romano Estrabón y la taifa aftasí. Demencial es poco.
Según cuenta la Wikanda, "el negro, el verde, el blanco y el rojo, son los denominados colores "panárabes" (que tanto nos recuerdan a las banderas palestina y saharaui) por ser los usados por el Emir de Hiyaz (actualmente parte de Arabia Saudita) en su revuelta contra el dominio turco en 1917. Cada uno de los colores se identifica con una de las familias descendientes de Mahoma que ocuparon el poder a lo largo de la historia d ela conquista islámica (Lux-Wurm, 2001)".

"El blanco sería el color del estandarte de Qusay, antepasado de Mahoma, y se considera el color de los Omeyas de Damasco, bajo los cuales se llevó a cabo la conquista de Al-Ándalus [o sea, de Hispania]. Blas Infante, en realidad identificó a los Omeyas con el verde, color también usado por los almohades.

El rojo fue usado por el segundo sucesor y suegro de Mahoma, Omar (634-644), y posteriormente se identificó con la rama religiosa de los 'puros' o jariyitas, separados de la ortodoxia y predominantes en los estados del golfo Pérsico. también ha sido siempre el color de los guardianes de La Meca, los hachemitas, actualmente la dinastía reinante en Jordania. Desde el siglo XII fue adoptado por los turcos otomanos.

El negro es el color que cubre la Kaaba, la Piedra Negra objeto de veneración y peregrinación en La Meca. Fue la insignia de la dinastía Califato Abasida y de los almorávides que dominaron Al-Ándalus [Hispania] entre los siglos XI y XII.

El verde está considerado el color propio de Mahoma, por ser el de su turbante, que agitaba en el combate para animar a los suyos, y es el que comúnmente se identifica con el Islam en su conjunto. Más propiamente, es el color con que se identifica a la dinastía Califato Fatimida, que llegó a gobernar sobre todo el Norte de África".

Todo esto pone de manifiesto el desastre monumental que supuso crear un Estado autonómico basado en regiones, y no en los antiguos reinos hispánicos peninsulares. El desastre está servido, no sabemos ni dónde pisamos ni adónde vamos. Tenemos más CC.AA. que reinos autónomos en el siglo XV.

No todo es carcunda en Andalucía. Hay esperanza. En la foto, I Antorchada Memorial Fernando III Sevilla 1248, de la Asociación Cultural Fernando III, el 22 de noviembre de 2014.
Pendón histórico de la Ciudad de Sevilla, también llamado Pendón de San Fernando, en vigor hasta 1995, cuando Juan Carlos I cambia y entrega a la ciudad la nueva enseña, la del NO-DO, con una excusa tan burda como que "la dificultad de su reproducción impide su popularización". En la actualidad solo se usa, y no es poco, para tomas de posesión de la alcaldía, entregas de medallas de la ciudad, recepción de jefes de Estado y asistencia con la corporación municipal a la procesión del Santo Entierro. Como bandera histórica de España cuenta con los máximos honores militares. Se procesiona en dos ocasiones al año: en la procesión del Corpus Christi (60 días después del Domingo de resurrección, hacia junio) y en la Procesión de la Espada, cada 23 de noviembre, día de la Toma de Sevilla, por las naves de la catedral. Durante la II República, fue el único período histórico en siglos en que los munícipes se negaron a procesionarla.

El pendón de Fernando III, o de Sevilla, ondeando ante la Catedral de Sevilla.

sábado, 10 de enero de 2015

Cincuenta y seis castellanos furiosos

Por Jesús Torbado (periodista y escritor leonés)
(Artículo íntegro publicado en El País y El Alcázar, el 28/02/1978, y que bien podría haber sido escrito ayer)
Sobre ascéticas sillas de tijera, cual correspondía a los protagonistas de aquella furia previsible, se fueron sentando unos cuantos castellanos para escuchar el sermón de un jesuita vestido de paisano, burgalés de nación y catedrático de Historia del Derecho en la Universidad vallisoletana. No sólo había allí castellanos viejos descendientes de la pata de El Cid y amamantados a los pechos de don Francisco de Quevedo, fantasmas de reyes destronados y almas a las que el bautismo de la castellanía condenó para siempre; había también castellanos jóvenes y asombrados, damas de hogaño con peinado de zanahoria rallada o de escarola invernal. En total, unos 56. Gonzalo Martínez Diez se disponía a dar en la Casa Regional de Palencia una conferencia titulada «Castilla-León, víctima del centralismo», apertura de un breve ciclo en torno al «Nacionalismo castellano-leonés». Yo acudí una hora antes sospechando que ya Incluso me tocaría quedarme en la puerta, pues un tema de esa envergadura ofrecido a la población madrileña, que cuenta con dos o tres millones de castellanos, volcaría sobre el modesto salón de los palentinos exiliados a una vigorosa fauna de fotógrafos, periodistas, docentes, discentes, parlamentarios y líderes políticos.

El periodista y escritor leonés Jesús Torbado
Me equivoqué una vez más: quedaban sillas vacías. Ni uno solo de los periodistas castellanos que todos los días escriben Calalunya e hinchan los comunicados de los partidos abertzales, estaba allí, aunque habían sido avisados. En cuanto a los políticos, unos días antes se habla demostrado en Burgos que Castilla no tiene padres en el Parlamento, sino padrastros, y en los concurrentes todos vibraba la convicción de que los políticos castellanos estaban traicionando a sus electores, los de una mano y los de la otra, como habían traicionado a Castilla reyes y condes, recaudadores de impuestos y poetas, desde aquel día de 1469, cuando las aciagas bodas de doña Isabel. (¡Ay si los castellanos hubiesen escuchado a Enrique IV!)
Durante casi dos horas el abogado jesuita se fue sacando de la sotana que no llevaba el más abultado memorial de agravios que alguien pueda urdir. Los periódicos del sábado siguiente no ofrecieron una sola línea como resumen de sus diatribas y esa confirmada presunción encendía aún más los adormecidos espíritus de los 56 castellanos, de modo que hubiera sido posible que todos salieran a la calle con las ballestas cargadas o dispuestos por lo menos a patear los adoquines. Martín Villa, leonés de Santa María del Páramo y reciclado en Madrid y Barcelona, había dicho poco antes a sus paisanos que nada de pedir ellos autonomías, estaría bueno, que Tarradellas sólo quería una en España; que, en todo caso, les bastaban los privilegios de la leyenda y no debían rechazar los privilegios de los otros.
Pero Gonzalo Martínez no era un demagogo. Aparte de sus ristras de números, vino a decir que podía llegar un tiempo en que los castellanos se cansaran y que entonces sabrían los gobiernos de Madrid cuánto valía lo poco que ya queda en Castilla. Las cifras ofrecidas dejan tan atónito al oyente que resulta difícil asimilarlas. Y mientras unos castellanos decían: «No nos resignaremos a desaparecer», otros suplicaban que se les dejara morir en paz porque lo sabían todo, lo habían sufrido todo y eso ya no tenía remedio.
El historiador y abogado castellanista Gonzalo Martínez Diez.
Se equivocaban de terminología los parlamentarios al hablar de «Nacionalidades y regiones», pues deberían escribir «Nacionalidades y colonias», ya que la palabra nación parece borrada de los diccionarios. Castilla ha sido y es la gran colonia, decía el conferenciante. Y luego se limitaba a demostrarlo con aquellos números que llenaban de furor a los oyentes. Imagino que dentro de unas semanas, antes de la concentración en Villalar del 23 de abril, estos números aparecerán grabados con letras de barro a las puertas de todas las ciudades castellanas, o lo que de ellas quede.
Sosteniendo la historia con las manos, que es tal vez lo único que Castilla posea hoy, y amasándola con las cifras más violentas de la actualidad, Gonzalo Martínez va por la meseta inyectando un poco de rabia en las adormecidas sangres de aquellos que envueltos en sus harapos desprecian lo que ignoran, según la taumaturgia demagógica de Antonio Machado, porque se han llevado la sabiduría a otra parte, lo mismo que la riqueza y a los hombres mismos.
En los últimos treinta años ha emigrado de Castilla-León millón y medio de personas, pero en 1595 Mayorga de Campos tenía casi doble población que San Sebastián (633 vecinos contra 372), Paredes de Nava era como Santiago de Compostela y Valladolid era superada solamente por Toledo dentro de la Península. ¿Por qué se fueron tantos? No porque se tratase de una «raza inferior» -como decía el presidente de la Generalidad, Maciá-, no porque vivieran en una tierra mísera, como han dicho todos los políticos. ¿Por qué se fueron y por qué siguen yéndose?
«Cuando nosotros éramos nosotros», Castilla tenía el 83% de la población de España, pero un campesino castellano pagaba, durante todo el siglo XVI, cinco veces y media más de impuestos que un ciudadano de la Corona de Aragón. Durante el siglo siguiente, pagaba 8,38 veces más cada castellano que cada aragonés o catalán. Después de la reforma del gran azote de Cataluña, Felipe V, un castellano pagaba 29,5 reales de impuesto, mientras un catalán pagaba solamente 11,5. Las razones de las luchas independentistas catalanas y vasconavarras son las razones del deseo de no pagar. «Los que tiran la piedra se vendan enseguida la mano», decía Gonzalo. Y don Francisco de Quevedo escribía al Padre Nuestro Señor Felipe IV:
En Navarra y Aragón no hay quien tribute ya un real;
Cataluña y Portugal
son de la misma opinión;
sólo Castilla y León
y el noble pueblo andaluz llevan a cuestas la cruz.
Pero, ¿de qué sirven ahora los agravios de la historia? Hoy mismo una imprenta burgalesa paga de impuestos un millón de pesetas al año; la misma imprenta en Navarra paga 50.000 pesetas. ¿Solución? La imprenta castellana se va a Navarra (y los que en ella trabajan, también). El INI, que nace para «disminuir los desequilibrios regionales», opina, por ejemplo, que no es rentable industrializar Castilla e instala la Seat en Barcelona. Luego, la empresa privada (Renault) elige Castilla. De 230.000 puestos de trabajo creados por el INI, las once provincias castellano-leonesas tienen 5.000, y de naturaleza extractiva: saltos eléctricos uranio.
De los créditos de los nueve bancos oficiales hasta 1970, a cada español corresponderían 5.000 pesetas. Un navarro -que no paga impuestos al país común- se ha llevado- 50.000; un vasco, 17.000; un segoviano, 2.000. Esta ha sido la aplicación del dinero público en estos tiempos de centralismo y hegemonía castellana.
Ahora mismo, de un crédito para deudas de entidades locales (organizado por el difunto señor Viola siendo director general de Administración Local), de 28.000 millones de pesetas, han correspondido para todo León y Castilla menos de mil millones y 14.000 millones (la mitad del total) para la provincia de Barcelona. Por ejemplo.
Un constructor leonés debe cargar un 15% de impuestos en la obra a la que concurra. Si es navarro o está establecido en Navarra no cargará un duro porque el famoso Concierto le exime: se llevará, pues, la obra y esta obra se levantará en León o en Medina del Campo. ¿Por qué tantas empresas están domiciliadas en Alava o Navarra? ¿Por qué la sede social del Talgo de los Oriol está en Ribabellosa? Navarra se lleva 6.000 millones de pesetas a cuenta nuestra, dice Gonzalo, y es una situación tan ridículamente injusta y absurda la de los Conciertos que los del Mercado Común, cuando se enteraron, se partían de risa y afirmaban que jamás podría entrar en la Comunidad un país con tales repartos de privilegios por el riesgo de que todas las grandes empresas europeas se establecieran en Navarra.
Los impuestos percibidos del 95% de las vacas leonesas se pagan en Cataluña a través de las multinacionales lecheras y como el que más recauda más recibe, la riqueza de Castilla se queda fuera. La leche de Hospital de Orbigo (León) se envasa condensada «bajo licencia de Granja Castelló, SA, Mollerusa (Lérida)», según pone en el bote.
Si faltan vino o corderos en Castilla se realizan «importaciones de choque» para que no suban los precios al consumidor. ¿Cuándo se han importado televisores en color alemanes, que valen la mitad que los fabricados en Madrid o en la sometida periferia? Hace veinte años, un campesino pagaba unos zapatos alicantinos con diez kilos de trigo; hoy necesita cien kilos. Cuando el pacto de la Moncloa autoriza subidas salariales del 22%, a los agricultores se les autoriza el 8%.
El otro día los zamoranos (algunos de cuyos pueblos no están aún electrificados) pidieron cinco céntimos por cada kilovatio producido en la provincia. Se les dijo que no con malaspalabral. Pero Castilla (un 9% de la población) produce el 23% de la energía eléctrica y nada gana con ello, salvo que se impida crear regadíos y que esa energía les cueste lo mismo que a los de Tarragona, a pesar de las pérdidas de transporte: un 20%. Los impuestos se recaudan en el lugar de la comercialización, como si la riqueza eléctrica fuera creada en Bilbao, y no junto al río Esla. De todos modos, estas provincias excedentarias de energía eléctrica han sido elegidas para instalar en ellas centrales nucleares (León, Salamanca, Zamora). El hierro y el carbón leoneses mantienen vivos, con los obreros «coreanos», los altos hornos de Avilés y de Vizcaya. En Castilla, mercado reservado para las «nacionalidades», no se pueden montar industrias.
Ahora, algunas cajas de ahorro castellanas se han negado a entregar su dinero al Estado centralista, que hasta hoy lo ha invertido preferentemente en las provincias periféricas. Con sólo seis meses de ahorro de las cajas se habría concluido el Plan de Tierra de Campos, que lleva diez años atascado y que básicamente ha consistido en rellenar los baches de algunas carreteras. Y lo que podría ser un paraíso para la ganadería -es el lugar mejor dotado de Europa para el crecimiento de la alfalfa- es un vasto páramo vacío. No interesa regar. Interesa crear energía eléctrica para las fábricas extramesetarias.
Los agravios se multiplican con números y documentos. Castilla se ha sacrificado por toda España y sólo ha recogido pobreza, menosprecio e insultos. Pero Gonzalo Martínez cree que un día u otro los castellanos van a resucitar al Cid, o que surjan nuevos comuneros y toda una región expoliada por tres monarquías foráneas, manipulada por políticos vendidos a las oligarquías periféricas y madrileñas -incluso los políticos indígenas- se ponga en pie para exigir los mismos privilegios que los demás tienen o, si no se acepta este principio de justicia, para volver a las fronteras de 1468. Esto dijo Gonzalo en su conferencia. Y como ningún profesional hizo resumen de la misma, lo hago yo, que soy miembro de la vieja tribu aniquilada.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Derecho a decidir, a excluir y a miccionar

Por Javier Martínez.

"El derecho a decidir implica decidir sobre todas las cosas. [...] ¿Quiero que Cataluña se independice? No, no quiero pero sé que la casta española ha insultado a los catalanes, se que la casta española no ha entendido que España es un país de países, una nación de naciones. [...]  ¿Derecho a decidir? por supuesto. Respetaré la decisión de los catalanes acerca de su futuro político."

La cita es de Pablo Iglesias Turrión, macho alfa de Potemos, que es como se llama en el reino animal a los líderes de la manada -aunque sean hembras-, en un esperado mitin en Barcelona (21/12/2014) tras el calculado perfil bajo adoptado ante el anticonstitucional butifarrendum secesionista del 9N. En la misma, nos deja claro que cuando los peris nos insultan con lo de "España nos roba", “nos expolian”, "nos oprimen", “los españoles son chorizos por ser españoles” y un largo y nauseabundo etc., en realidad les insultábamos nosotros; nos deja claro también que España es un país de países… pero él no sabe cuál es el suyo (Castilla, al que nunca cita), ni le importa lo más mínimo -y eso que tiene una bandera con dos cuarteles rojos, aunque sea rojo carmesí-, su estado de postración y expolio real de recursos humanos e hídricos por ejemplo. Nos deja meridianamente claro, en suma, que el unilateral derecho a excluir, digo a decidir a quién hago extranjero en su propia tierra, solo les corresponde a los catalanes (toma democracia, toma igualdad) no pudiendo los castellanos expulsionistas como yo independizarse de esa tropa desleal ni mediante el voto. Y es que los castellanos no pasamos de restospañoles para la banda de Potemos, somos simples españoles de segunda con menores derechos. Somos Restospaña, no Castilla, a la que como digo, jamás menciona. Y eso que somos uno de esos países, según dice. Para Potemos, Cataluña puede votar sus relaciones con Castilla y demás pueblos hispánicos. A la inversa no. Nada nuevo en la izquierda troyana española.

A ver, Pablito, ¿la casta española ha insultado a los catalanes? ¿Por qué no te presentas a presidente de los catalanes, que tienen una casta educada que jamás roba ni insulta a nadie, ni nos trata como una raza inferior -como a unos vulgares lúmpenes-, y nos dejas en paz? Por cierto, ¿llamar casta a todo hijo de vecino no es insultar?, ¿un eurodiputado de Potemos como tú no es casta pero los demás sí? Estás triunfando, es cierto, pero cubriéndote de mierda. Triunfas a base de apelar al resentimiento, al enfrentamiento y la envidia entre españoles, a hurgar en la desgracia de millones de parados (¿cuántos empleos has creado tú en tu vida?), apelando a las vísceras, a las bajas pasiones, llamando "perros de la derecha" a cuantos no te hacemos la ola. No me extraña que comulgues con las tesis excluyentes de los castellanófobos peris. Ellos también nos llaman perros callejeros (xarnego en catalán) desde hace más de cien años. Aún recuerdo cuando los profesores de bachillerato, mayoritariamente catalanistas del PSOE, nos humillaban en clase con lindezas como: “que levanten la mano los que saben hablar en valenciano”. Y la levantó uno, Salva se llamaba, que para más inri era valencianista, ergo furibundo anticatalanista. “Y ahora que levanten la mano los analfabetos”. Tendría yo unos 16 años. 

Esa gentuza está hoy reclamando el derecho a excluir a quién hago extranjero y a quién no de una puta vez, que han pasado 35 años y ya toca abrir el candado del 78. Y el criterio de exclusión no es otro que el idioma. En otra ocasión, otro profesor de la misma cuerda izquierdista-catalanista, soltó sin despeinarse: “lo que no puede ser es que los castellanos vengan aquí y se casen con gente de aquí. Eso no puede ser.” Enseñanza de instituto público. Ya saben Vds. por qué abandoné de bien joven la izquierda: por falta de oxígeno, el hedor era insoportable; tanto el PSOE como IU o Compromís (entonces BNV) dejaban bien claro que ser castellanohablante y de izquierdas eran cosas incompatibles. Si naciste castellano, automáticamente eras un fascista imperialista opresor. Así es como me hice “de derechas” (y castellanista), para respirar, un sencillo acto defensivo. Ese es el lodazal ideológico periférico que apoyas, Pablo. No es que quieran autodeterminarse (eufemismo que esconde la exclusión social lingüística, la ruptura jurídico-político-administrativa, la separación de grupos humanos por razón de lengua, de origen), es que además quieren determinarnos a los demás, quieren hacerlo sin que los castellanos y demás restospañoles podamos decir ni mu, unilateralmente "o sobre todas las cosas". No hace falta pues apelar a la unidad de España o a la común soberanía popular que por común, entre todos debemos decidir si la mantenemos o la troceamos. Es también una cuestión de igualdad. Y hasta de dignidad. ¿O nosotros no podemos tener nuestros sentimientos, nuestro corazoncito?

¿Decidir sobre todas las cosas?, ¿nos ha llamado cosas?, ¿hay unos derechos por encima de otros?, ¿por qué nos excluyes de decisiones que nos afectan?, ¿también café para tres en cuestión de derechos? Si nos odian y vilipendian continuamente, ¿el derecho a expulsarles no debería ser reconocido?, ¿cuáles son los límites de la autodeterminación, el barrio, el municipio, la comarca, la provincia? Así se crean más problemas de los que resuelves, si es que resuelves alguno. ¿No se te ha ocurrido que la principal fuente de castas, de sillones a gogó, surgió del troceamiento de Castilla en 11 CCAA?, ¿qué tenemos que hacer los castellanos para disfrutar de semejante derecho, llevarnos a casi mil inocentes por delante como los vasquistas?, ¿vilipendiar, despreciar e insultar por tierra, mar y aire durante cien años como los catalanistas?, ¿esa es la fuente, el origen de ese restringido derecho?, ¿qué hay del derecho de los padres a decidir la lengua de la educación de sus hijos?, ¿no eras tú el que decía que hay que decidirlo todo? Me parece a mi que tú no has entendido que España es, o intenta ser, un Estado de derecho, un país de iguales, y tú a lo único que aspiras es a "asimetrizarnos" más. Los complejines. Para Castilla, no eres más que un vulgar troyano. Otro más. Y para Cataluña, el pico que cava la fosa que separará a sus dos comunidades lingüísticas, que acabarán a palos, ¿o no has pensado que los castellanohablantes catalanes acabarán pidiendo autodeterminarse de los catalanohablantes? Recuerda Yugoslavia, observa lo que ocurre en Ucrania con los ucranianos pro-rusos (rusófonos). Ahí tienes escrito el final. No lo ves porque ignoras que Castilla -tu país-, y su alma nacional castellana, existen y laten con fuerza, aunque deambule aún sin organizar políticamente. (Foto: Pablo Iglesias en Barcelona, Efe)

Creo que la unidad de España es, objetivamente, coherente, necesaria y buena para todos (por eso no soy independentista), pero igualmente se que votaría la expulsión de más de uno debido a que los veo incorregibles, colmados de incurable odio anticastellano, a que son un lastre sin solución que agotan al país, a que no nos merecemos el trato que nos dispensan y a que aquí no cabe un tonto más y, o los tiramos por la borda, o el barco se hunde. España, mejor rota que asimétrica, es lo menos malo para Castilla.

El chorrito de Tania Sánchez

Mira Pablo, como veo que te cuesta, te lo voy a explicar con un ejemplo algo escatológico, el de la meada, que es muy sencillito, a ver si así te enteras. Imaginemos que los hombres de un pueblo cualquiera desean entrar en los servicios de las señoras, a ver qué tal miccionan éstas. ¿Por qué no proclamar la igualdad de hombres y mujeres en el acceso a los váteres, que ellas puedan entrar en el de los hombres y viceversa? Para ello, y para no presentar mácula alguna de antidemócratas, organizan un referéndum unilateral, esto es, solo para hombres, un 9 de noviembre, donde ejercer mediante urnas de cartón su derecho a decidir si entran o no en los váteres de las féminas. No es difícil colegir que semejante autodeterminación varonil, también determina a ellas, ¿verdad? Imaginemos ahora que ellas se oponen, no solo al resultado, sino a la celebración misma del referendo. ¿Podemos tacharlas de antidemócratas? No lo creo. Eso es lo que nos dicen los catalanistas a cuántos nos opusimos al butifarrendum catalán, y eso es lo que tu apoyas, Pablo: que los restospañoles (las señoras del ejemplo), traguemos con el “democrático derecho a decidir” de los catalanistas (los varones del ejemplo). 

¿Dónde está el artero engaño? Tan sencillo como que en democracia no todo puede votarse, no hay derecho a decidirlo todo, y aquellas cosas que si pueden decidirse, que se pueden votar, deben hacerlo cuantos se vean implicados, con independencia de lo que luego voten (estáis presuponiendo que los restospañoles votaríamos a favor de retener a los traidores catalanes. Y os equivocáis). Pero esa es ya otra cuestión. 

Vosotros, los unilateralistas (método por cojones), que tantas lecciones de democracia dais, no tenéis ni el cuajo ni los arrojos de plantear un referendo nacional porque teméis el resultado. Teméis que los expulsionistas, los únicos con motivos reales para la ruptura, arrasemos y acabemos con el cáncer para siempre. ¡Por fin habrá un grifo, un contador y una tarifa de precios para cada trasvase! Se acabó el expolio fiscal vasco-navarro. Fin a la miseria y la emigración en Castilla.

A un servidor, que está hasta el escroto de supremacistas personajillos pseudodemócratas que defienden que catalanes y vascos puedan decidir si quieren compartir o no casa común conmigo, sin que yo pueda igualmente decidir si les mando al averno, les aguanto o les acepto como iguales, no le queda otra -dado que hay muchos pablos que otorgan o se muestran condescendientes con la asimetrización-, que deciros alto y claro ¡váyanse a tomar por culo Vds. y su concepto de democracia! Al negarme un derecho que a otros les acepta, Vd. crea castas, la casta superior periférica y la inferior castellana, crea status jurídicos distintos entre españoles. Como dijo Labordeta, váyase a la mierda.

P.D.: ¿No les recuerda eso de "respetaré la decisión de los catalanes acerca de su futuro político" a cierta frase pronunciada por el bobo solemne que nos metió a todos en la descomunal crisis político-económica en que estamos? A ver si aprendemos de una vez que no deciden su futuro, deciden el nuestro, el de todos.

lunes, 10 de noviembre de 2014

El castellanófobo Josep Fontana, Detritus Oloris Causa


Por Javier Martínez
(Artículo dedicado a Don Francisco de Quevedo y Villegas)

En su discurso de investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valladolid -en la no lejana fecha del 25 de noviembre de 2011- el bellaco de Josep Fontana Lázaro no dudó en declarar desde su mismo inicio “haber aprendido a conocer y estimar esta tierra”, en referencia a Castilla, gracias a amigos –estos si insignes historiadores- como Julio Valdeón, Felipe Ruiz Martín y Ángel García Sanz, alguno de ellos ya desaparecido que a buen seguro se revolverá en su tumba si llega a escuchar las últimas deposiciones verbales del infecto sujeto que hoy nos ocupa.

Poco tiempo ha pasado desde entonces, lo que descarta un cambio académico, ideológico o de parecer reflexivo pero también repentino dada la naturaleza de las declaraciones, y es ahora cuando esa cita adquiere su significado: no era cortesía sino cinismo, no había sinceridad, simplemente se estaba justificando, su subconsciente estaba tratando de ocultar, de excusar y negar sutilmente más bien, su subyacente castellanofobia, esa mezcla de odio, desprecio y envidia que ahora aflora y que su nada egregio cerebro no sabe controlar o eliminar. Imprudente y falto de razón, terco y porfiado en lo que dice, el viejo ideólogo izquierdista catalanista, ergo anticastellano -valga la redundancia-, ha soltado babas y espuma por la boca y nos ha deleitado con un nuevo excremento –lo que prueba una vez más que el hijoputismo anticastellano, es decir, el catalanismo (aquí en su versión de izquierdas)-, no descansa nunca. Lean un anticipo del excremento que el vil, mezquino y avariento Fontana nos lanza y contengan el vómito a continuación si pueden:

Observen la mirada porcina de Josep Fontana, castellanófobo confeso, en el momento de dar rienda suelta al animal de bellota que lleva dentro. Observen igualmente, cómo protege su reloj del potencial expolio que cualquier malicioso castellano que pase por allí a buen seguro le propina dada su intrínseca naturaleza "diferente". (Foto El Periódico de Cataluña, 22/10/2014)
"[…] Mil años nos han ido haciendo diferentes [de los castellanos] […] Tras la manifestación del 11 de septiembre del 2012, cuando se produjo aquella reacción, muy espontánea (sic), de la gente, que cogió a los políticos por sorpresa, mi idea era explicar por qué se había producido ese fenómeno, que la gente se dé cuenta [¿también espontáneamente?] de que (sic) no es una cuestión de los últimos dos años, sino de los últimos 500 años. [...] Cataluña es un país (sic) donde no hay grandes fortunas, ni grandes magnates feudales como en Castilla, ni grandes fortunas urbanas como en Italia. [...] Cataluña crea una sociedad que negocia [...] Se crea desde muy pronto un tipo de gobierno que genera unas constituciones y un tipo de derechos que la gente conoce porque les da garantías. Que les garantiza cosas tan importantes como no poder ser castigados sin juicio previo. Eso es algo que los militares castellanos no entienden. [...] Con la suma [palabra utilizada para evitar otra, unión] con la Corona de Castilla el sistema podría haber desaparecido y haberse provincializado. Y lo que hay es todo un intento de mantenerlo, desarrollarlo y actualizarlo. Hay una revolución catalana que va de 1480 a 1706. [...] En 1714 Cataluña, que está en pleno progreso y empuje económico, es coartada.
Entrevistador: Ese es el consenso actual entre los historiadores catalanes. Pero al otro lado se sigue hablando de la modernidad y el progreso traído por los borbones tras suprimir unas obsoletas rémoras medievales:
Respuesta: Es que no lo eran. [...] El mito del progreso borbónico es una tontería. Los borbones hacen que España, que aún era una gran potencia, pase a ser una ruina en 1808. Y aquello de que en Barcelona se luchaba por la libertad de toda España... lo que sucede es que son conscientes de que la libertad de aquí depende de que allí también exista. De aquí sale, en la burguesía, la idea de hacer una nación española en que las libertades sean equivalentes. El proyecto [ilustrado y liberal] de hacer una nación española rechaza la idea de que lo que se necesita es sujetar a la gente de aquí a las leyes de Castilla. Esta burguesía [catalana] en el XIX renuncia a la lengua y tiene ese entusiasmo porque quieren construir una cosa nueva. Ese fracaso del proyecto liberal era inevitable porque no se podían fusionar dos sociedades [castellana y catalana] distintas con mentalidades distintas. [...] La conciencia [catalanista] de lo que se perdió pervive en un medio popular, antes de que la burguesía empiece a mirar hacia atrás para crear mitos. Y los soldados se encuentran con problemas con sus superiores, el funcionario que reclama los impuestos suele ser castellano... En el teatro popular bilingüe el castellano se reserva a personajes ridículos, pretenciosos y autoritarios. Las cosas vienen de abajo, y no cambiarán hasta finales de siglo, cuando la burguesía ve que no tiene nada que hacer en la política castellana. [...] No hay ningún Gobierno posible en Madrid, de derechas o de izquierdas, que se pueda permitir negociar una declaración de independencia. Y el otro; la ilusión de los políticos españoles de que todo esto es como un delirio, una enfermedad, pasará y todo seguirá siendo como antes. No. Nada será como antes. Porque si algo importante pasó el 11 de septiembre del 2012 es que fue la gente la que dijo que estaba hasta las narices.
Entrevistador: refiriéndose a la segunda guerra carlista [Vd. dice que] «Madrid no entiende nada»...:
Respuesta: La sociedad castellana en la baja edad media tiene un problema considerable, el de las tres religiones. En lugar de tolerancia, un problema. Nosotros no nos libramos [de la intolerancia], pero no marca tanto nuestra cultura. La palabra raza es una palabra de origen castellano en cualquier lengua del mundo. Raza era un defecto en un tejido. Y se transmite ese significado a la raza de moros y judíos. Este hilo de intolerancia hace que nunca acaben de entender que los otros hablen distinto, que sean distintos. O que quieran tener unas formas de vida distinta. No lo entienden. Y ese no lo entienden lo ves cada día. Han sido educados para no entender nada. Y cualquier cosa que se les ponga por delante... ahora me dicen que soy un viejo estalinista que se ha hecho nacionalista. Cuando entré en el PSUC era tan nacionalista como ahora. El programa del PSUC hablaba de autodeterminación. Sé que algunas cosas que he escrito irritarán. Pero editar el libro solo en catalán ayudará a que lo lean menos.
Entrevistador: ¿No habrá traducción [al castellano]?:
Respuesta: He dicho que no. Quería explicar cosas a gente que tiene la misma cultura, que ha tenido las mismas experiencias, que se ha encontrado con los mismos problemas y con la que tenemos una visión del mundo compartida, que es lo que acaba fabricando toda esta identidad.
Entrevistador: ¿Se rinde? ¿No hay nada que hacer [con los castellanos]?:
Respuesta: No es eso solo. He escrito este libro pensando en lectores catalanes. Si he de hacer los mismos razonamientos a lectores castellanos, lo tendría que reescribir completamente. Y no sé si vale la pena el esfuerzo."
(Entrevista a Josep Fontana, presentado como "maestro de historiadores" (sic), en El Periódico de Cataluña digital, 22/10/2014, promocionando su última deposición castellanófoba de próxima aparición en estanterías de papel higiénico: 'La formació de la identitat. Una història de Catalunya', un nauseabundo y ofensivo chorroborro)

"Los castellanos han sido educados para no entender" (Josep Fontana, candidato a Premio Gilipollas del año). Captura de El Periódico de Cataluña, 22/10/2014, lugar donde ha defecado un anticipo de sus castellanófobas teorías.

Ahí queda eso para los anales de la Historia. Anales de ano, no de años, que es por donde este miserable puerco eructa sus opiniones y su marronáceo magisterio. Y digo yo, ¿a qué espera la Universidad de Valladolid para retirarle el título de Doctor Honoris Causa?, ¿no sería mejor declararlo animal de mirada baja, personajillo non grato, o simplemente, Detritus Oloris -u Horroris- Causa? Sin duda se ajustan mejor al perfil de bellaco gualdrapa que lleva dentro, al de mamífero artiodáctilo del grupo de los Suidos dada su jeta alargada, sus pezuñas, nariz y mirada porcina. 

¿Qué pasa en Cataluña que no hay semana que no nos vomiten un desprecio?, ¿qué pasa en Castilla que estas cosas ni se denuncian, ni se publican, ni se rebaten? ¿De qué somos culpables los castellanos para merecer semejante y continuado trato por parte de los peris (internauta Villaroel dixit)? Si a un catedrático emérito castellano de Historia se le ocurriese soltar algo así, que no es el caso, contra Cataluña o los catalanes se armaría, con razón, la de San Quintín. En cambio, contra Castilla, todo vale, nunca pasa nada, sale gratis. Nadie la defiende, nadie se defiende. La anulada e indolente -quizás por troceada y triturada territorial, política y socialmente- sociedad castellana, ausente de todo debate, ni se inmuta pese a que le llueven los escupitajos. No es ni el primero ni el último que difunde esas burdas falacias anticastellanas en el Principado. Es algo que se empeñan en expandir desde la oficialidad política y cultural. Esas teorías tienen muchos ecos, gozan de gran difusión, de enorme aceptación entre los fétidos ideólogos catalanistas de todo pelaje que alimentan el cerebro inerte de sus gentes, tan contaminadas de odio al castellano. El éxito editorial con esos ingredientes está asegurado, que se lo digan a Sánchez-Piñol, otro juntaletras que padece castellanitis aguda. ¿Qué responder, qué hacer con abrazafarolas como el zafio Fontana? Cualquier cosa menos perder el tiempo razonándole a un suido fanático, a un malandro del bolígrafo; ¿pienso para cerdos tal vez? No sé a Vds., pero a mí no se me ocurre ninguna utilidad mejor que meter su verraco cuerpo, previa trituración, en el dornajo, y usarlo como carne picada, como hamburguesas para los de su misma especie, como pienso para los de su piara. Razonar y debatir se reserva a humanos, es cualidad exclusiva de la vida inteligente. Y no es el caso.

P.D.: Raza, del latín radĭa, de radĭus. Basta una simple consulta al diccionario para comprobarlo.