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domingo, 2 de octubre de 2016

¿Qué problema tiene la izquierda española con Castilla?, ¿y la derecha?

Por Javier Martínez.
     
     Me viene a la mente una, a mi juicio, clarividente cita de Muñoz Molina[1] sobre la deriva ideológica de la izquierda española según la cual en las regiones periféricas “primero se hizo compatible ser nacionalista y ser de izquierda. Después se hizo obligatorio. A continuación, declararse no nacionalista se convirtió en la prueba de que uno era de derechas. Y en el gradual abaratamiento y envilecimiento de las palabras bastó sugerir educadamente alguna objeción al nacionalismo ya hegemónico para que a uno lo llamaran facha o fascista” y que no por cierta y clara sigue escondiendo algo que muchos denunciamos: la izquierda española, no solo se ha tragado el nacionalismo excluyente como ideología sino que asume como propio el ideario anticastellano y castellanófobo que esos periferismos incuban y difunden sin siquiera disimulo y que es la madre del cordero, la bicha que nadie quiere nombrar.

Blas Infante Errejon
El madrileño Íñigo Errejón Galván nos ha salido separatista andaluz y se apunta a idolatrar a quién más ha hecho por envenenar, desenraizar, falsear la historia del sur castellano y triturar la historia de Castilla la Novísima. El tonto a las tres de la tropa piji-roji es así de simple. Al párvulo podemita, cualquier conato de anticastellanismo le hace babear, lo ingiere rápidamente. La "nueva" política, como la vieja, nace del estiércol más putrefacto. Nada nuevo. No sabemos qué es lo que más admira Errejón de Blas Farsante pero apuntamos algunas pistas: Blas Infante negó que Andalucía sea hija y parte de Castilla y que los andaluces sean repobladores castellanos. Blas Infante creó un nacionalismo fuertemente negador de Castilla, anti-católico y chusquero que se sacó de la chistera entre otras muchas cosas una neobandera inspirada en el verde del islam, religión que adoptó tras renegar del catolicismo, y un himno que es todo un plagio. También propuso acabar con las grafías latinas y escribir con el alfabeto arábigo, no dudó en visitar al golpista Companys en la cárcel... toda una joya. Ah, bueno, es cierto, se me olvidaba, fue asesinado por unos falangistas durante la Guerra Civil. Eso es suficiente y le convierte en un ser admirado por la izquierda, aunque en vida no pasase de friki mamarracho.

     Dado que todos los nacionalismos periféricos se basan en la castellanofobia, pues todos ellos construyen su corpus ideológico a partir del odio, la persecución y el rencor a la lengua, cultura, inmigración e historia de Castilla (Castilla opresora, Castilla fascista, Castilla imperialista, Castilla invasora, Castilla genocida y centralista, Castilla explotadora y expoliadora, etc. son solo algunos de los muchos mantras que destilan a diario) y dado que chapotean en el abierto racialismo y supremacismo étnico, para ser precisos, la cita debería haber sido escrita como sigue: “primero se hizo compatible ser nacionalista castellanófobo y ser de izquierdas. Después se hizo obligatorio. A continuación, declararse no nacionalista se convirtió en la prueba de que uno era castellano y de derechas. Y en el gradual abaratamiento y envilecimiento de las palabras bastó sugerir educadamente alguna objeción al nacionalismo castellanófobo ya hegemónico en toda la periferia para que a uno lo llamaran facha o fascista castellano” lo que sin duda encaja mejor con la realidad política periférica. Hasta canarios y andaluces están tratando de implantar un nacionalismo local apoyándose en escupir sobre el reino del que forman parte: Castilla. Y no hablamos solo de la izquierda clásica, de IU o PSOE solamente, también Podemos se apunta al continuo vilipendio.

Y se queda tan pancho. No es solo que enfrente a Castilla con Cataluña, es que lo hizo después de la polémica generada a raíz de que la pública TV3 identificara al ciclista Purito con la señera en vez de con la rojigualda tras una prueba olímpica. ¿Qué tenemos nosotros que ver en eso? Pero lo más zafio es que para cargarse de razones colgó en un tuit de la popular red social fragmentos de "Victus", el panfleto de marcado signo castellanófobo del catalanista (perdón por la redundancia) Albert Sánchez Piñol, al que parece admirar y donde se sueltan lindezas como "La atrofia cerebral de Carlos II era un reflejo de Castilla y su Imperio coagulado", "los paisajes castellanos habían engendrado unos señoríos tiránicos", "la hidalguía española... la hidalguía española... ¡me tiro un pedo en su hidalguía! ¿Qué teníamos nosotros que ver con esa gentuza? Para un castellano de pro trabajar era una deshonra; para un catalán, la deshonra era no trabajar",  "[Las manos castellanas] solo pueden empuñar armas; lo contrario sería ensuciárselas, no comprende, y menos tolera, otras formas de vivir la experiencia humana: lo industrioso le repele. Si quiere prosperar, su misma concepción elevada de la dignidad, paradójicamente, lo empuja al saqueo de continentes indefensos o al miserable oficio de cortesano", "¿Qué es Castilla? Cojan un páramo, pónganle una tiranía, y ya tienen a Castilla". Pablo Iglesias es uno de esos bobos esféricos que tanto abundan y reptan indignos por nuestra tierra, político piji-roji que jamás se definirá nacionalista aquí, en su tierra, ideología que aborrecerá y despreciará sin límites (lo cual es muy respetable), pero que no duda en abrazar, complacer y admirar en tierras periféricas ajenas (lo que resulta muy miserable) siempre y cuando reúnan una condición: que sea excluyente e intolerante con los castellanos, con sus a priori compatriotas. ¿Se puede ser más gilipo? Es difícil, habría que entrenar muchísimo.

     Pablo Iglesias no duda en asociar Castilla con una TV a la que cuelga el sambenito de casposa, reaccionaria, conservadora, caciquil y fascista cual es la católica 13TV simplemente porque no es de su cuerda, e Iñigo Errejón, también madrileño, se nos ha vuelto adalid del independentismo andaluz cuyo andalucismo agusanado y mal entendido difunde la patraña de la conquista y posterior colonialismo castellano sobre los andaluces, como si éstos y aquellos no fuésemos lo mismo.

"El anticastellanismo es hoy la ideología más transversal y silenciosa que existe en el panorama político español. Lo han interiorizado todos. Unos lo acatan por acción, otros por omisión."

     ¿Cuántas veces hemos oído o leído al catalanismo más grasiento y mugriento identificar al PP y a Lucifer con Castilla? Pues esa es la moto que Pablo Iglesias y su cuadra de indocumentados compra y revende sin problema alguno. ¿De quién, Errejón, han de liberarse los andaluces?, ¿de quién, Pablito, han de defender los catalanes su lengua? ¿Atacando la nuestra, y a nosotros, es como “se defiende” la suya? Pero cabe hacerse más preguntas. ¿Por qué la izquierda toda, aunque en distintos grados, acepta denominaciones antihistóricas y expansionistas como Países Catalanes o Euscal Herria y ni se plantea o rechaza la reunificación de Castilla en una única CC.AA. tal y como reconoce y es compatible con la Constitución? ¿Por qué la derecha del PP defiende con orgullo su galleguismo, navarrismo y valencianismo, al tiempo que su españolidad, y es incapaz de afirmarse mínimamente castellanista y española? ¿A quiénes (y por qué) quieren ambos complacer? ¿A qué vienen tantos complejos, es que sienten la necesidad de pedirles perdón por ser y nacer castellanos? El anticastellanismo es hoy, sin lugar a dudas, la ideología más transversal y silenciosa que existe en el panorama político español. Lo han interiorizado todos. Unos lo acatan por acción, otros por omisión. Y así nos luce el pelo a los castellanos: troceada y diseminada Castilla por hasta 11 CC.AA., somos ninguneados y presa fácil de todos. ¿Hasta cuándo?




[1] En “Todo lo que era sólido” (2013, página, 78)

domingo, 1 de julio de 2012

La cuestión castellana. El ejemplo inglés (II)


Primer desfile, tras 425 años sin celebrarse, del Día de San Jorge (patrón de Inglaterra) en Londres, el 23 de abril de 2010. Soldados del ejército británico participan en el recuperado desfile, de fuerte contenido nacionalista inglés, sin problemas ni polémica alguna. Una imagen así, en Madrid o cualquier otra ciudad castellana, con soldados españoles desfilando y homenajeando un 12 de noviembre a San Millán, patrón de Castilla (y copatrón de España por ello), o un 23 de abril, día de las letras castellanas (y casualmente también inglesas), y para muchos, el Día Nacional de Castilla, es impensable... de momento.
Por Javier Martínez
Hoy se disputa la final de la Eurocopa entre España e Italia, lo que me sirve de excusa para rescatar, y comentar, un artículo sobre fútbol, agravios y nacionalismo inglés, firmado por Gonzalo Suárez (se publicó en La Razón en julio de 2006) y hacer un paralelismo con el caso castellano. Artículo que me ha hecho reflexionar, de nuevo, sobre las ‘similitudes’ que percibo entre Castilla e Inglaterra, entre España y Reino Unido, tanto pasadas como presentes, y no oculto que me ha animado a escribirlo el hecho de que uno de temática similar es, con diferencia, el artículo más leído de esta bitácora. De hecho, reconozco que me he visto identificado con lo aquí descrito por los ingleses. Creo que incluso el castellanismo puede tener en el nacionalismo inglés uno de sus referentes internacionales, dado el carácter particularista a la vez que integrador, no excluyente, no rupturista, sano, del mismo. El citado artículo se titulaba: “Los ingleses descubren el nacionalismo. La descentralización de Blair alimenta los agravios comparativos de Inglaterra con Escocia”.
Los ingleses se movilizan. Al exigir un Parlamento y Gobierno propio para los asuntos exclusivamente ingleses, tal y como ya disfrutan los demás británicos, exigen igualdad (y acabar con las asimetrías que permiten a los diputados escoceses y galeses votar contra los intereses ingleses), no privilegios. Dado que no exigen privilegios ni vuelta al centralismo, ni propugnan, a pesar de todo, ruptura alguna con el resto de británicos (siempre reservan un hueco simbólico, pero no mayoritario, a la Union Jack en sus manifestaciones), podríamos calificarlo como nacionalismo no excluyente, no rupturista, es decir, revitalizador, reformista, justicialista y sano (no piden para sí lo que no quieren para los demás). Los catalanistas (que practican el 'lo mío es mío y lo vuestro de todos' y últimamente el 'autonomía sí, pero solo para mí'), han tomado como referencia el nacionalismo escocés (ambos buscan, con la excusa de la independencia, el privilegio, más que la secesión, si bien pueden evolucionar hacia ésta, y convertir esa situación en una simple etapa intermedia que durará lo que dure la leche de la teta del Estado); los vasquistas, por el contrario, han tomado como referencia el nacionalismo norirlandés (los delitos de sangre hermanan mucho); y el castellanismo debería, a mi juicio, tomar el ejemplo inglés, por ser su situación a la que más se asemeja y porque resulta de un origen más noble. (Foto: West Bromwich St. George Day festival).
Empieza así: “Los ingleses llevan siglos sufriendo un problema de identidad. Cuando tienen que rellenar formularios burocráticos, muchos dudan a la hora de completar la casilla de ‘País de origen’, ‘¿Inglaterra?’, se preguntan, ‘¿quizás Gran Bretaña?, ¿o por qué no Reino Unido?’. Con al menos tres respuestas válidas no resulta extraño que los ingleses se sientan un poco perdidos, aunque suelan solventar el dilema con su característico pragmatismo: sea cual sea la nacionalidad ‘oficial’ que elijan, los ciudadanos de la ‘Pérfida Albión’ están acostumbrados a ser la fuerza dominante. O al menos era así hasta la llegada de Tony Blair al poder y su apuesta por los parlamentos regionales, que han provocado un fenómeno inédito: el surgimiento del nacionalismo inglés, que por primera vez siente un agravio comparativo respecto a sus compatriotas galeses y escoceses”.

"Fenómeno inédito: el surgimiento del nacionalismo inglés, que por primera vez siente un agravio comparativo respecto a sus compatriotas galeses y escoceses”

Para quien no lo sepa, lo correcto es decir Reino Unido de la Gran Bretaña, que está formado por Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda, esta última solo en parte, Irlanda del Norte, pues el centro-sur católico logró independizarse en 1921 pues era la única parte de Gran Bretaña que no se unió voluntariamente al resto sino mediante ocupación. Irlanda sería a Gran Bretaña, distancias y matices aparte, lo que Portugal a Hispania, un territorio con derecho ‘a entrar’, a formar parte de, pero separado. A fin de cuentas Hispania también se forma de varios reinos históricos (no confundir con la milonga de las autonomías 'históricas', terminología tan falsa como interesada, que desde la República a esta parte repite la casposa y analfabeta clase política española), a saber, de Oeste a Este, Portugal, León, Castilla, Navarra y Aragón.

Traduzco del inglés (BBC, 08/11/2004): "‘Nacionalismo en el Reino Unido’ . El nacionalismo, como doctrina que juega un papel importante en el pensamiento político en el Reino Unido, es relativamente reciente. Hubo, a lo largo del siglo XX, quien hizo reclamaciones en nombre de las naciones de Escocia, Gales e Irlanda. Pero, sólo en Irlanda, fue el argumento principal de la política.
La creación de un estado irlandés independiente en 1922, eliminó la idea de la corriente principal política del Reino Unido desde mediados del siglo. Pero desde la década de 1970, en adelante, el nacionalismo se convirtió en un importante, aunque minoritario, asunto de la política del Reino Unido. La creación de un Parlamento y Ejecutivo escocés, una Asamblea galesa, y el re-establecimiento de una asamblea descentralizada y gobierno en Irlanda del Norte en 1999 sitúa el Reino Unido en un camino alejado del modelo de Estado unitario, el cual mantenía, hasta entonces, dominado cada vez más a su gobierno. El impacto de la descentralización: Para muchos nacionalistas, la descentralización, donde el gobierno central "presta" el poder a Escocia, Gales e Irlanda del Norte no es más que un compromiso aceptable entre la demanda de la plena independencia nacional, y las limitaciones de las inmediatas circunstancias políticas. Para los creyentes en el Estado unitario, por el contrario, incluso el sistema actual es imperfecto, y potencialmente un paso más cerca, si no a la ruptura del Reino Unido, sí hacia un estado federal.
En este caso, las competencias de las distintas naciones deberían estar  consagradas constitucionalmente, la supremacía del Parlamento limitado por una Constitución escrita, y la relación entre las nuevas naciones, y el centro, regulada en parte por algún tipo de tribunal constitucional. Los desacuerdos sobre estas cuestiones han separado las antiguas divisiones entre liberales, socialistas y conservadores, proporcionando un ejemplo más de la relevancia decreciente de estas ideologías, y del socialismo y el conservadurismo en particular. Algunos socialistas ven una mayor distribución del poder dentro del Reino Unido, dando más poder al pueblo y una mayor posibilidad de llevar a cabo políticas nuevas y radicales. Otros lo ven como una amenaza para la capacidad del gobierno de actuar en nombre del pueblo para hacer frente a los intereses creados y redistribuir  oportunidades. Del mismo modo, entre los conservadores, muchos desconfían de lo que ven como una ruptura con una tradición constitucional ininterrumpida hasta la fecha, mientras que otros valoran la mejora de las identidades locales o regionales, y lo ven como un control potencial sobre el gobierno central. El impacto de la adhesión a la UE: La causa nacionalista en el Reino Unido ha sido reforzada por el ingreso del Reino Unido en la Unión Europea, con el cambio de un interés exclusivo por el Estado-nación soberano. Si el poder puede ser compartido hacia arriba, puede ser compartido hacia afuera y hacia abajo también, mientras las naciones del Reino Unido obtienen el sustento de formar sus propios vínculos entre sí y con el resto de Europa, en lugar de canalizar todas sus transacciones a través de Londres
. Una consecuencia del auge de los nacionalismos dentro del Reino Unido ha sido una tentativa de articulación del nacionalismo inglés. En tanto que Inglaterra y Gran Bretaña podrían ser consideradas más o menos sinónimos, no hubo necesidad de describir una identidad distintiva inglesa. Con la creciente conciencia de que Inglaterra es parte del Reino Unido, no la totalidad de la misma, la identidad inglesa está siendo lentamente descubierta”
(Rodney Barker, profesor en el Departamento de Gobernación de la London School of Economics & Political Science, escribe para la BBC Parlamento). ¿No les recuerda todo ello a la situación de Castilla en España? Por cierto, los ingleses no le hacen ascos a la estética medieval cuando de resaltar el orgullo patrio se trata. En Castilla tampoco debiéramos.
Los castellanos de antaño como los de hogaño, siempre hemos tenido claras las diferencias entre ser español y castellano, si bien no pocos políticos, gobernantes y pseudo-intelectuales de todas las épocas y tendencias, del interior y de la periferia, han jugado interesadamente a enredar, a mezclar, cuando no a equiparar, lo castellano con lo español, para desgracia de todos, españoles en general, y castellanos en particular. Y digo desgracia, porque es evidente que hoy, eso es utilizado para ir matando poco a poco a ambas, a Castilla (que queda desdibujada, diluida, estigmatizada, culpabilizada de todos los males comunes, y arruinada),  y a España (que queda herida, malavenida, tensionada internamente, y rechazada porque ‘eso supone ser castellanos’, que por lo visto es lo peor que se puede ser en este mundo).

Identificar Castilla con España hasta la náusea es el ‘argumento’ que sirve de justificación de la ruptura a ciertas regiones (‘España es solo Castilla, luego nosotros no somos España’ es el mantra que los peris separatistas tan falsa como alegre e interesadamente extienden… y todo ello pese a que fue en el Conventus Jurídicus de Tarraco, primera capital de Hispania, y cuando a Castilla le faltaban siglos para nacer, donde se fraguó la idea de Hispania como un todo). Vamos, que la culpa de que ellos sean unos traidores y  quieran pirarse, es nuestra… y si no lo han hecho ya, pues también es nuestra la culpa, pues ‘se debe a que no les dejamos, porque les oprimimos’. Y digo yo, ¿por qué no nos dejan en paz y hacen lo que tengan que hacer? Demostrar a quién favorece más el Estado común (y quienes serían los más perjudicados por ello en el hipotético caso de su ruptura), también es objeto de esta bitácora. Tratar de revertir esa situación pro-periferia, y oponerse a todo intento de consolidación de las asimetrías propuestas por los peris forman, junto con la deseable reunificación de Castilla, las tres patas de este proyecto literario personal.

Poniendo Inglaterra primero. Campaña pro Parlamento inglés.
Tampoco el lado españolista se queda atrás en la carrera por manipular lo castellano. En su enfermiza carrera por uniformarlo todo como español (como si no lo fuese ya de antemano), la primera víctima siempre es lo castellano. Ayer descubrí que el famoso nudo castellano de las alfombras medievales está siendo renombrado como nudo español. Esa misma suerte corrió la capa castellana, la lengua castellana, el imperio castellano, y un largo etc., da igual el ámbito, que son redefinidos de forma sistemática como capa española, lengua española, imperio español,… Digo yo que si nuestra forma de ser españoles es la castellana, aquella no debe exigir sacrificar a ésta, ni a ninguna otra. No es aceptable que lo castellano sea borrado y suplantado como lo español, y no lo es ni para los castellanos ni para los peris.
Traduzco del inglés (BBC, 10/01/2000). Los textos que no están en cursiva son comentarios míos. “Los ingleses 'víctimas de la discriminación'.  El nacionalismo inglés parece estar en auge. El ex ministro del Interior conservador, Michael Howard, ha afirmado que los ingleses se están convirtiendo en víctimas de la discriminación a raíz de cómo el gobierno ha puesto en marcha la descentralización. Howard, quien advirtió de una ‘reacción’ a menos que la situación se corrija, hizo estas declaraciones después de que el ministro del Interior, Jack Straw, dijera de los ingleses que tienen una ‘propensión a la violencia’. La afirmación del Sr. Straw de que los ingleses habían utilizado la violencia para ‘someter’ a sus vecinos viene en un documental de la BBC que se emitirá esta noche”. Los ingleses son acusados una vez de someter, de oprimir a sus vecinos, y se les hinchan los cojones. A los castellanos nos lo dicen todos los días, y como si tal cosa, incluso no faltan peleles que asienten. “Howard añadió que los comentarios expuestos, ‘el sesgo anti-inglés’ están en el seno del gobierno”. También aquí, en el gobierno de España, hemos tenido ministros descaradamente pro periferia y castellanófobos a pares, sobre todo en temas lingüísticos, así como un buen puñado de cobardes, tanto en el PP como en el PSOE, que rehúyen estos temas. “Los comentarios de Straw, dijo, son históricamente inexactos y políticamente ‘muy reveladores’. La descentralización ha creado una ‘situación intolerable’, donde los parlamentarios escoceses podían votar sobre asuntos que afectan a los ingleses (hospitales, escuelas y carreteras), mientras que sus homólogos ingleses no pueden votar sobre asuntos transferidos, dijo el Sr. Howard”. Esto es, justamente, lo que proponen para España desde CiU: eliminar total o parcialmente la autonomía de las regiones restospañolas, es decir, crear por la vía de la limitación al resto, además de por la de consecución de transferencias exclusivas solo para ellos, las asimetrías, y mandar sobre lo propio y sobre lo del vecino. Ya lo propusieron en el Estatuto del 32 (incluso bastante antes, como fue denunciado desde Castilla en 1918, en el famoso manifiesto El Mensaje de Castilla), y en la reforma del actual Estatuto que ZP les concedió, si bien fue, posterior y parcialmente, tumbado por el Tribunal Constitucional. Ojo, solo parcialmente, luego tienen competencias sobre las que nosotros no podemos votar mientras que al revés ellos si pueden. "Los ingleses son objeto de discriminación como resultado de la forma en que la descentralización se llevó a cabo", añadió Howard”. Ya me gustaría a mí que alguien hablase igual de claro aquí. "Creo que existe el peligro de una ‘reacción violenta’, añadió, asegurando que aumentará a menos que el gobierno traiga nuevas políticas. ‘Bajo el garrote’: Hablando en el documental de la BBC Radio 4, acerca de los británicos, Straw afirmará que los ingleses usaron su propensión a la violencia ‘en Europa y con nuestro imperio’. ‘Creo que lo que usted tiene en el Reino Unido son tres pequeñas naciones que han estado durante siglos bajo el garrote de los ingleses’, dice en el programa. ’Las naciones pequeñas, inevitablemente, han buscado la expresión de una idea muy explícita de la nacionalidad’. En el mismo programa, el líder conservador, William Hague, señaló un incremento del nacionalismo inglés post descentralización”. La raíz pues del auge del nacionalismo inglés no está en el deseo de centralismo, como a primera vista podría pensarse, sino en las asimetrías injustas y en las manipulaciones históricas vejatorias. Justo al igual que en Castilla, y demás regiones que forman Restospaña, solo que aquí, hasta la fecha, nos habíamos refugiado en el españolismo por aquello de que este ‘garantiza’, teóricamente al menos, igualdad, cosa que está cambiando, pues se está comprobando que ya no es así. El PPSOE nos malvende, solo defienden sus propios intereses personales. Esta es, a mi juicio, la principal causa para abrazar el castellanismo. El Gobierno de España solo planifica en función de los peris (sobre todo en períodos de mayorías relativas), y lo hace de forma injusta porque estos lo piden. “Y advirtió: "Una vez que una parte de un país unido, o reino, se convierte mayoritariamente en tamaño en nacionalista, entonces, realmente, todo el asunto está bajo amenaza." En España, al menos dos regiones, ya están en esa situación, debiendo el resto actuar en consecuencia, tanto si estamos de acuerdo con esa situación como si no.
Parece fue un emperador, Carlos I, conocido por entrar en Castilla como elefante en una cacharrería en 1520 (lo que le valió una colosal revuelta del común castellano), el primer iluminado que alegremente confundió, ante el Papa (y sus vasallos dieron por válido desde entonces), lengua castellana con lengua ‘española’. Y es que el flamenco sabía de los reinos hispanos lo mismo que un servidor de astrofísica. Pero mira, la metedura de pata hizo fortuna y todavía hoy surgen listos que te explican que no es lo mismo, que el castellano ya no existe. Se ve que hay que sacrificarlo por ‘el español’.  Emulando a Vargas-Llosa y su famoso ¿cuándo se jodió el Perú?, yo me pregunto, ¿cuándo se jodió España? A mi juicio cabe atribuir a Carlos I (por mucho que nos diera después un imperio), la primera gran cagada de nuestra historia (para que luego le carguen 'el honor' a los Borbones), y fuimos los castellanos los únicos en sufrirlas (subida de impuestos hasta la extenuación y adiós a los fueros). Nos tocó la primera ración y empacho de ‘centralismo’.

Parece que como a los ingleses, a los castellanos también nos han hecho padecer (unos y otros) un grave ‘problema de identidad’, problema que es tan artificial como interesado. Viene bien compararse con un ejemplo exterior porque reduce subjetividades, más aún en estos tiempos de fútbol, nacionalismo y sentimientos cruzados. Lo inglés y lo británico también se confunden con demasiada frecuencia, si bien los ingleses empiezan a abrazar un movimiento para que deje de ocurrir como observa el citado artículo.

¿También aquí está despertando un nacionalismo castellano que por primera vez siente un agravio comparativo con respecto a los periféricos tal y como ocurre a los ingleses respecto de los escoceses?

Las veladas amenazas de 'independencia' de los peris acaban en privilegios, en asimetrías. Aquí y allí. Los ingleses, vieja y orgullosa nación, no están dispuestos a tolerarlas. En Castilla (y demás zonas de Restospaña) tampoco debiéramos. Señora España: juntos e iguales,... o separados y tan amigos, oiga, que no hay porqué montar un número por un divorcio. Los privilegios fiscales que consagra la Constitución del 78, y las asimetrias y bilateralidades (origen de todo tipo de agravios) que vienen, no son aceptables para los castellanos. Así pues, doña España, usted verá si las aprueba.
“Como en tantas ocasiones, el fútbol ha ejercido de coagulante social de un fenómeno que llevaba varios años de fermentación. En los prolegómenos del reciente Mundial de Alemania, millones de conductores ingleses decidieron apoyar a su selección colgando de sus retrovisores la bandera nacional de San Jorge. El fenómeno se disparó cuando diversos políticos escoceses, cuyo equipo no se había clasificado para la fase final, se negaron a apoyar públicamente a sus compatriotas ingleses. De la noche a la mañana, las calles de Inglaterra se llenaron de banderolas blancas con la cruz roja, hasta hace unos años un símbolo propio de la ultraderecha más extrema”.
“Por primera vez en décadas, resultaba socialmente aceptable presumir de la nacionalidad inglesa, como desde tiempo inmemorial han hecho los escoceses, los galeses o los irlandeses. El fútbol se convirtió en la válvula de escape para el malestar de muchos ingleses ante el proceso de descentralización emprendido por Blair en la última década. Según este plan, Escocia y Gales disfrutan de un Parlamento con competencias sobre temas como el sistema educativo o la red sanitaria. Mientras tanto, los ingleses siguen dependiendo de la Cámara de los Comunes para gestionar estos asuntos, lo que ha provocado que los escoceses y galeses disfruten de un mayor grado de autonomía que sus vecinos del sur. De ahí que el lema «Votos Ingleses Para Temas Ingleses» cada vez cuente con más apoyos, entre ellos el de la oposición conservadora”

“Por primera vez en décadas, resultaba socialmente aceptable presumir de la nacionalidad inglesa. ¿Ocurrirá lo mismo con la castellana? Apuesto a que sí"

En España llevamos décadas viendo cómo en el Parlamento español, gracias a que hay autonomías de primera y de segunda, los peris votan en cuestiones que solo a nosotros nos afectan (por cuanto ellos las tienen transferidas) mientras nosotros no podemos hacer lo propio en las suyas. Somos una colonia política. También económica, pues no olvidemos que la Constitución ampara privilegios y asimetrías fiscales (y por tanto empresariales) en Vasconia y Navarra. Ellos votan y deciden sobre nuestros impuestos y servicios, nosotros no podemos votar los suyos. Eso es España hoy, y el problema va a más, pues la presión para que cada vez seamos un país más asimétrico, plagado de bilateralidades no cesa. Incluso con descaro fulanos como Durán Lleida y Oriol Pujol proponen  que se eliminen o limiten todas las autonomías, menos la suya, claro está, ‘porque ellos son autonomías históricas y el resto artificiales’.  Vamos, que nos consideran gente sin pasado ni orgullo. Proponen abiertamente pasar al café para tres y punto. Aquí no tenemos ligas de fútbol distintas que permitan selecciones deportivas nacionales, que llegado el caso, haga aflorar, en Castilla, como en Inglaterra, hasta qué punto hay descontento. Pero el descontento, el hastío hacia nuestros connacionales periféricos, existe y crece, si bien ese movimiento está poco articulado.

Gordon Brown, primer ministro británico, laborista escocés: "'Yo reconozco el derecho soberano de los escoceses y me comprometo a que en el pórtico de mis acciones y deliberaciones sus intereses serán prioritarios'. El trabajo duro para Inglaterra, añaden los ingleses". ¿No les recuerda a ciertas declaraciones de ministros catalanistas confesos como Montilla y Chacón? Frases como esa han encendido los ánimos de los ingleses. En otra ocasión, afirmó "the Nations and Regions of Britain" (lo que significa que para él las naciones son Escocia, Gales e Irlanda del Norte, mientras Inglaterra es solo una colección de regiones), lo que indignó de nuevo a los ingleses. ¿No les suena la música? Otro laborista, John Prescott afirmó: "There is no such nationality as English" (No hay tal nacionalidad inglesa)
“Los partidarios de esta campaña cuentan con un argumento de peso: según la actual normativa, los diputados de circunscripciones escocesas pueden votar leyes que jamás afectarán a los ciudadanos que representan. De hecho, algunas polémicas medidas gubernamentales sólo han podido aprobarse gracias a este agujero constitucional. Un caso claro fue el aumento de las tasas universitarias de 2004: si sólo los diputados ingleses hubieran votado, la moción habría resultado derrotada, pero el apoyo de decenas de laboristas escoceses permitió su tramitación. Para hurgar aún más en la herida, el Parlamento de Edimburgo había dictaminado meses antes que la educación universitaria debía seguir siendo completamente gratuita, por lo que los jóvenes ingleses pagan tasas y los escoceses no”
Dave Cameron, del partido conservador británico: 'no al parlamento inglés'. En otra ocasión afirmó: "I'll take on the sour Little Englanders, I'll fight them all the way" (aproximadamente, pues es más difícil de traducir, voy  a dar amargor a los pocos 'inglesistas', lucharé hasta el final). Otro conservador, William Hague: "El nacionalismo inglés es la más peligrosa de todas las formas de nacionalismo". Por su parte, el liberal demócrata, Charlie Kennedy, afirmó en cierta ocasión: "La ruptura de Inglaterra en regiones de la UE es buena porque se está poniendo en cuestión la idea de la propia Inglaterra". Aquí, en Castilla, no hace falta romperla, ya lo está. La idea de la propia Castilla ya está hecha añicos. Ese miserable trabajo disgregador ya se hizo durante la Transición, y el deshonor de tamaña traición correspondió, a partes iguales, tanto a la derecha (UCD, AP) como a la izquierda (PSOE, PCE). El castellanismo reunificador lo tiene más difícil que el inglesismo, ya que nosotros partimos de los escombros.
Situaciones como las descritas en ese párrafo, en España, todos los días desde que se inició la Transición. Hasta ahora, los castellanos, ante tamaña injusticia, que bien puede ser calificada de sometimiento político y económico a los peris con la aquiescencia del Estado, se han refugiado mayoritariamente en el españolismo, que a fin de cuentas garantiza, al menos teóricamente, igualdad a todos los españoles. El separatismo buscaprivilegios genera españolismo por toneladas. Ahora bien, se advierte desde hace tiempo como los teóricos ‘defensores’ del españolismo (PP), de la igualdad teórica, en la práctica, hace tiempo que van cediendo poco a poco, tragando, aceptando la situación. El PSOE e IU (y sus respectivos brazos sindicales, los chupagrifos UGT y CCOO), por el contrario, hace décadas que la aceptó. De hecho, incluso tienen una bandera de Restospaña, la tricolor republicana, pues solo en lo que resta de quitar Galicia, Vasconia y Cataluña, la ondean. Así las cosas, no nos dejan otra opción que el camino del castellanismo (ya sea en su variante de derechas o de izquierdas, autonomista o independentista, lo que resulta irrelevante aquí y ahora). Eso o tragar. Y mucho me temo que a los demás pueblos restospañoles les está sucediendo lo mismo. De ahí que el lema ‘votos castellanos para temas castellanos’ deba, aquí como en Inglaterra, generalizarse. Y cuando digo temas castellanos, digo ríos, trasvases e IVA, corredor central ferroviario y travesía central del Pirineo (TCP), autovías no radiales, etc., etc.
"'Inglaterra aprende a ondear su propia bandera'. El auge del nacionalismo inglés ha confundido tanto a Johnson como a Cameron (pie de foto). 'Inglaterra, el perro que aparentemente no se agitó mientras los escoceses, galeses e irlandeses del Norte han ganado autogobierno, está ladrando en voz alta'" le espeta el digital The Scotsman a los ingleses el 24/01/2012. "Este es el principal hallazgo de un importante informe del instituto de Investigación de Políticas Públicas (IPPR)", aseguran.

El mastín castellano, noble y tranquilo, por el momento, no muerde, pero no lo descarten. A fin de cuentas, si ha de enfrentarse a los lobos que atacan al ganado, o a esos otros lobos peris que le llaman despectivamente perro, maketo o charnego, no duda en hacerlo. (Nota: el mastín castellano o merinero, el utilizado por los pastores trashumantes castellanos de la Mesta de forma generalizada hasta el siglo XIX, ha sido renombrado últimamente como mastín español, ¡cómo no!, o con el nombre de las diferentes regiones, mastín leonés, mastín extremeño y mastín manchego. No es el caso del mastín del Pirineo, al parecer, distinto).
“Para los conservadores, la solución es sencilla: en los asuntos que competan exclusivamente a Inglaterra, sólo los diputados ingleses deben estar autorizados a votar. Así se evitaría que los escoceses y galeses impongan a los demás leyes que ellos no quieren en su propia casa. Los laboristas responden que esta medida atentaría contra los pilares constitucionales de Reino Unido, puesto que crearía diputados de primera y de segunda división. Pese a estos argumentos legalistas, la disputa se reduce a un puro cálculo electoral: Escocia y Gales son feudos tradicionales del partido de Blair, así que cualquier rebaja de su estatus político beneficiaría a los conservadores”

Las asimetrías conllevan problemas. Tal y como están pensando, los socialistas aquí actúan exactamente igual que los laboristas allí, puro interés partidista por delante del interés del país. La sumisión de Inglaterra/Castilla (y las demás regiones que forman Restospaña) sí, pero buscar una solución justa, simétrica, rechazando los cupos-conciertos vasco-navarros y demás asimetrías (Maragall dixit) que vienen no. Y es que también aquí los socialistas tienen un problema, auténtico complejo, con la bandera española, además de un problema electoral (pues Castilla, como Inglaterra, es conservadora), y sus feudos electorales más relevantes se localizan en la periferia (Andalucía y Cataluña, principalmente).
Recreación histórica castellanista en Burgos. ¿Algo está cambiando? Por el momento son actos más folclóricos y culturales que políticos, pero la cosa puede cambiar.
“Estrategia de desgaste. Para complicar aún más las cosas, el probable sucesor del premier, el ministro Gordon Brown, es un celta de pura cepa. Al alimentar el nacionalismo inglés, los conservadores intentan desgastarle electoralmente, especialmente en el adinerado sur del país. De hecho, hace unas semanas un destacado diputado «tory», Alan Duncan, aseguró que sería «casi inconcebible» que un escocés lidere el Gobierno tras la reforma autonómica. Aunque sus palabras no contaron con el apoyo de la cúpula de su partido, la estrategia busca desgastar simultáneamente a su otro gran rival electoral, el partido liberal-demócrata, cuyo líder Menzies Campbell también nació en tierras célticas”.
Ya me gustaría a mí que aquí, el PP, o quién sea, ‘alimentase el nacionalismo castellano’, en vez del españolismo, como respuesta a los bandazos pro-periferia del PSOE. La razón de porqué no lo hace es bien sencilla: el PP también se apunta al compadreo con los peris cuando se tercia. Es por ello que mejor hablemos de PPSOE.

Las recreaciones históricas en San Mateo, a los pies de la catedral de Cuenca, son recientes.
Traslado del pendón de Alfonso VIII de Castilla, durante las fiestas de San Mateo de Cuenca, desde la Catedral al Ayuntamiento, y viceversa, el 20 y 21 de cada septiembre respectivamente, que recuerda la conquista castellana de la ciudad. Un acontecimiento, junto con la ofrenda floral en la estatua del rey castellano, que bien podría convertirse en un acto de afirmación política castellanista todos los meses de septiembre.
“Tras semanas de debate, el Gobierno se ha convertido en el más ferviente defensor de la vigencia de Reino Unido, que acomoda bajo una misma bandera a Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte. En su opinión, cambiar la actual normativa crearía aún más problemas, como la posibilidad de que los laboristas obtengan la victoria electoral en toda la nación, pero que los «tories» acaparen la mayoría de diputados ingleses. Según ellos, esta crisis constitucional sin precedentes crearía un Gobierno bicéfalo que, a la larga, acabaría con la descomposición de Reino Unido en cuatro países distintos. Si estos temores se hicieran realidad, se trataría de una monumental jugarreta del destino para los conservadores, únicos defensores durante décadas de la centralización de poder en Londres bajo la «Union Jack» frente a las ansias autonomistas del laborismo".

En resumen, ¿les suena la música? Las asimetrías devienen en agravios y desigualdades, en injusticias y cabreos, y más pronto que tarde en descomposición política. El fútbol no es sino un buen termómetro social para medir lo que sucede. Preparémonos para ese nuevo escenario, pues esto no hay quien lo pare, empecemos por reunificar las CCAA nucleares castellanas (Castilla la Vieja y Castilla la Nueva), y leonesas (si así lo creen conveniente sus ciudadanos), en una única autonomía, como primer paso, y si la descomposición del Estado va a más, incluso sería conveniente restaurar el viejo Reino de Castilla completo, hasta Tenerife.

P.D.: España 4, Italia 0. Olé.

lunes, 28 de mayo de 2012

Reducción de las autonomías: Castilla a secas

Artículo aparecido en la sección de Opinión de Libertad Digital el 17/01/2011 que por su temática reproducimos aquí. Resaltar del mismo la sencilla demostración de su encaje constitucional más que los límites territoriales propuestos. Los textos entre corchetes son opiniones añadidas mías.

Reforma
Reducción de las autonomías: Castilla a secas

“No parece problemático, por lo tanto, la creación de una nueva comunidad autónoma, Castilla, resultante de la unión de las actuales Castilla y León, Madrid y Castilla-La Mancha, que sería la más importante de España”.


Por Alejandro Campoy (Libertad Digital, 17/01/2011)
En pleno auge del debate sobre la simplificación de la estructura territorial del Estado español, lo primero que viene a la mente en un análisis basado en razones políticas, históricas y jurídicas es la posibilidad de unir tres comunidades actuales en una sola: Castilla.

Castilla vendría a ser una nueva comunidad autónoma formada a partir de la unión de Castilla y León, Madrid y Castilla-La Mancha. Esta nueva comunidad autónoma se llamaría simplemente Castilla, y se concebiría no sólo como el primer paso para simplificar la estructura territorial del Estado español, sino también como un instrumento para intentar recuperar el histórico centro de gravedad de España como nación, como la recuperación y reactivación del núcleo aglutinador de la realidad nacional que es España.

A este primer paso podrían seguir otros procesos secundarios de integración de autonomías, como podrían ser la incorporación a la comunidad castellana de Cantabria y La Rioja. No obstante, este proceso de simplificación territorial contiene una grave amenaza en sí mismo, pues legitimaría otros procesos que ya no son de construcción nacional entendiendo España como única nación, sino otras "construcciones" como la vasca y la catalana, que automáticamente pasarían a clamar por la unión de País Vasco y Navarra y Cataluña, Valencia y Baleares. [Con esto no puedo estar de acuerdo. Nuestra reunificación no legitima nada en otras partes, de igual forma que lo que ellos hagan, mal o bien, no nos legitima a nosotros a copiarlo. Otra cosa es que sabemos de antemano que la utilizarían como pretexto en su provecho, en su propio proyecto expansionista (lo cual a nosotros no debe influirnos en nuestro fin), pero de ahí a decir que 'les legitimaría', hay un largo trecho. Si tanto pensamos en España corremos el riesgo de solo pensar en España, de nunca hacer nada en Castilla. Ese, y no otro, es el gran problema de los castellanos. Más bien creo que aquí podría darse el caso de que en el trámite en el Congreso algún periférico se opusiera, más aún si tenemos en cuenta que los periféricos separatistas han manifestado en numerosas ocasiones sin rubor que la autonomía que desean para ellos no la quieren para el resto 'porque somos artificiales'. Si lo que quieren para ellos no lo quieren para el resto, ¿van a aceptar un competidor que les dobla en potencia?... también Francia se opuso a la reunificación alemana ¿y de qué le sirvió?].

Se trata de cerrar la puerta a esta posibilidad, para lo cual habría de articularse un proceso que implicase de forma decidida al Gobierno central y a los dos grandes partidos nacionales [No es eso. Se trata de hacer aquí lo que creamos conveniente sin interferencias de otros lugares. Tenemos que tener claro que aquí estamos ‘reunificando’, no ‘expandiéndonos’ hacia otros territorios vecinos, luego nuestro caso es legítimo, no así el de ellos, salvo que voluntariamente ellos decidan integrarse, que no parece ser el caso]

"Tenemos que tener claro que aquí estamos ‘reunificando’, no ‘expandiéndonos’ hacia otros territorios vecinos, luego nuestro caso es legítimo"

La unión de las tres comunidades autónomas castellanas tiene un encaje constitucional perfecto. La actual división administrativa española no aparece dada en la Constitución de 1978 como algo cerrado e intocable. Por el contrario, el desarrollo del proceso autonómico previsto en la Carta Magna aparece como algo dinámico, abierto a un desarrollo posterior cambiante y progresivo.

Resulta obligado, en primer lugar, hacer mención de la reserva establecida en el artículo 145. 1 de la norma constitucional: "En ningún caso se admitirá la federación de comunidades autónomas". Esta reserva es muy oportuna desde el momento en que ayuda mucho a definir la naturaleza de Castilla como nueva comunidad autónoma. No es de ninguna manera una federación de las tres comunidades autónomas castellanas, sino su fusión e integración en una sola, de forma que las comunidades preexistentes dejan de existir como tales. Desaparecen sus órganos de representación política propios, desaparecen sus gobiernos, y desaparecen todas las instituciones de ámbito regional que se hayan desarrollado hasta el momento. En su lugar, aparecen como órganos de nueva creación un solo parlamento autonómico castellano, un solo gobierno, un solo tribunal supremo de justicia y, en definitiva, unas instituciones nuevas y únicas para toda la comunidad.

Esto introduciría en el marco de la España actual una dinámica hasta ahora ignorada y que sin embargo es reclamada cada vez con más insistencia desde muy diversas instancias de la sociedad: la aparición concreta y materializada de una re-centralización de ciertas competencias que jamás debieron haber sido transferidas a las autonomías. En la nueva comunidad autónoma surgiría un único sistema educativo, una única sanidad y, en definitiva, unas únicas instituciones que vendrían a sustituir a sus antecesoras descentralizadas y fragmentadas, con los gravísimos inconvenientes que todo ello ha supuesto en nuestra historia reciente. [Sin duda, en parte se corregiría la excesiva fragmentación competencial, y ello sin necesidad de re-centralizar nada en el Estado, puesto que se derriban fronteras interiores artificiales]

La concreción práctica en un proyecto tangible y material de esta tendencia a la re-centralización sería así la ocasión perfecta para poder poner en marcha lo que hasta ahora no es más que un desarrollo teórico y que se manifiesta de un modo defensivo, como una tendencia a recuperar en el marco del Estado lo que ya se ha perdido irremisiblemente. [Tampoco en esto puedo estar de acuerdo. Mezclar la reunificación de las tierras primigenias o nucleares de Castilla con un posible proceso re-centralizador del Estado haría fracasar la unidad castellana, sería percibido como una toma de mando de los castellanos que inevitablemente seríamos tachados de centralistas. Son cosas diferentes que deben abordarse en plazos diferentes].

Es el artículo 143 de la Constitución el que define de un modo claro la naturaleza del proceso autonómico y sus vías de concreción: "1. En el ejercicio del derecho a la autonomía reconocido en el artículo 2 de la Constitución, las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes... podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas con arreglo a lo previsto en este título y en los respectivos estatutos".

Resulta innecesario relatar aquí el común acervo histórico y cultural compartido por todas las provincias castellanas, que podría ser extensivo a otras pequeñas autonomías, principalmente Cantabria y La Rioja, pero que por el momento quedan fuera de este proyecto inicial: "2. La iniciativa del proceso autonómico corresponde a todas las diputaciones interesadas... y a las dos terceras partes de los municipios cuya población represente, al menos, la mayoría del censo electoral de cada provincia o isla. Estos requisitos deberán ser cumplidos en el plazo de seis meses desde el primer acuerdo adoptado al respecto por alguna de las corporaciones locales interesadas" [No comparto eso de que ‘por el momento quedan fuera de este proyecto inicial Cantabria y La Rioja’ y ello por dos razones. Uno. Cuando se aborda un proceso así ha de hacerse de forma integral, nunca en dos etapas que no pueden justificarse. Eso acabaría en chapuza. Dos. Cantabria y La Rioja, antiguamente Santander y Logroño, son parte de la cuna de Castilla, nada justifica su reincorporación posterior, deben ser parte re-fundadora de Castilla desde su mismo inicio].

Es en este punto exacto donde aparecen las más serias dificultades para la concreción de este proyecto, algunas de ellas insuperables en el momento actual, lo que necesariamente obliga a un planteamiento de las estrategias a seguir que trate de solventarlas.

En primer lugar, hay que destacar que este artículo se redactó pensando en un desarrollo autonómico inmediato, a realizarse sin solución de continuidad después de aprobada la Constitución. Este desarrollo fue impulsado, por lo tanto, desde los órganos provinciales y municipales, todos ellos controlados por las élites procedentes de los partidos políticos. Cabría preguntarse hoy si los gobiernos autonómicos existentes en la actualidad estarían legitimados para suplir la iniciativa provincial y municipal de la primera hora. La redacción del artículo 144, letra c) de la Constitución hace sospechar por analogía que sí lo estarían.
Pero en segundo lugar hay que hacer mención de los riesgos para la integridad de la nación española en el caso de quedar todo el proceso en manos de los gobiernos autonómicos, riesgo que puede evitarse potenciando el papel que corresponde según la Constitución al Gobierno central y a las Cortes Generales, así como al necesario refrendo de los habitantes de los territorios implicados. Así, el artículo 144 de la Constitución dice que:

Las Cortes Generales, mediante Ley Orgánica, podrán, por motivos de interés nacional:
C. Sustituir la iniciativa de las corporaciones locales a que se refiere el apartado 2 del artículo 143

De aquí se sigue que si, por analogía, la iniciativa de unión autonómica ya no correspondería a las corporaciones locales, sino a los gobiernos autonómicos, ésta podría ser reemplazada por las Cortes Generales por motivos de interés nacional, lo cual cerraría la puerta a otros procesos de integración que tendieran precisamente a disolver la unidad de España [o simplemente que tiendan a justificar el expansionismo no disimulado de algunos más bien]. El artículo 145 aún refuerza más esta opción: "2. (...) los acuerdos de cooperación entre las Comunidades Autónomas necesitarán la autorización de las Cortes Generales".

"No parece problemático, por lo tanto, la creación de una nueva comunidad autónoma, Castilla. Tiene un encaje constitucional perfecto"

No parece problemático, por lo tanto, la creación de una nueva comunidad autónoma, Castilla, resultante de la unión de las actuales Castilla y León, Madrid y Castilla-La Mancha, que sería la más importante de España en número de población, en Producto Interior Bruto y en casi todas las variables macroeconómicas relevantes, y que vendría a constituirse en un centro de gravedad inigualable para poner en marcha un proceso nuevo de cohesión y vertebración interna en España que diera la vuelta al incesante proceso de desintegración y fragmentación vivido desde la puesta en marcha del Estado de las Autonomías [Que el centro de gravedad económico y político volvería a ser el centro peninsular es incuestionable, que eso reequilibraría el país y que por tanto sería bueno, también, pero dudo que eso ‘diera la vuelta al incesante proceso de desintegración’ español. No le afectaría por cuanto los separatistas lo son, seguirían siéndolo, con independencia de lo que haga el vecino. Más aún, reforzar nuestra unión interna nos prepara mejor ante un escenario español de desintegración nacional, que no siendo deseable, es altamente probable. También por esto conviene la unidad castellana, pues España no puede permitirse que su esqueleto, la columna vertebral que le da sentido, esté troceado. La unidad castellana es intrínsecamente buena tanto para Castilla como para España. Hágase pues. Por lo demás interesante la propusta de que se abra el melón castellano de una vez por todas y se haga justicia a esta tierra]

miércoles, 9 de mayo de 2012

Delenda est Hispania?

Reproduzco íntegro un estupendo artículo, sobre cómo debería ser el nuevo modelo territorial español y que parece hacer justicia también a Castilla, o eso se intuye, ya que sin citar su reunificación expresamente, bien parece darlo a entender cuando habla de reducir el número de CCAA, de su gran tamaño geográfico y demográfico... y su derecho, como el de todas, a una autonomía con igual nivel competencial en un país que debe reequilibrarse y aspirar a la igualdad en vez de a las asimetrias.

Delenda est Hispania?

“La ruptura de los lazos comunes, con la que especulan ciertos nacionalistas, dejaría a sus naciones fuera de su mercado natural y sería un embrión de contiendas. No se deben dar pasos en falso, pero alguno hay que dar"

Por Ángel López García-Molins
(ElPaís.com, 09/05/2012), catedrático de la Teoría de los Lenguajes (Universidad de Valencia)


Se ha abierto la veda para cuestionar la organización territorial que la Constitución de 1978 establece para el Estado español. Un buen día aparece un mandatario europeo y deja caer que el verdadero problema financiero de España lo constituye la deuda de las comunidades autónomas. Al siguiente, Montoro las señala con dedo acusador en el Parlamento y Artur Mas, el presidente díscolo, afirma indignado que esto no va ni con Cataluña ni con el País Vasco, sino con las "autonomías artificiales". Todas estas personas se han limitado a denunciar que el rey está desnudo, algo que ya sabíamos sin atrevernos a reconocerlo. Literalmente, por cierto: las últimas actuaciones de la familia real debilitan seriamente una institución que debería jugar un papel decisivo en la reestructuración del Estado, hasta el punto de que algunos ya claman, como el célebre artículo de Ortega en El Sol: “Delenda est Monarchia”.
 
 
Se trata de una crisis nacional que en el fondo es mucho más grave que la económica.

Se trata de una crisis nacional que, en el fondo, es mucho más grave que la económica. Una crisis que se viene incubando hace largo tiempo: desde el fiasco del nuevo Estatut de Catalunya (2006), como es obvio, pero antes ya desde la LOAPA (1982) y, si queremos bucear en los orígenes, en realidad desde las guerras carlistas o desde la Constitución de Cádiz (1812), admirable, pero efímera. La prudencia aconseja quitar hierro, pero la cuestión es si, por negarnos a intervenir, no estaremos haciendo imposible la recuperación del enfermo.

Porque esto es actualmente España, un país enfermo. Ya lo estuvo, claro, fue el enfermo de Europa en la segunda mitad del siglo XVII, con síntomas parecidos a los de hoy: disgregación territorial; hundimiento económico provocado por una deuda astronómica y una economía improductiva; pérdida de influencia política en el mundo; retroceso de la cultura. El pasado nunca se repite y también existen diferencias evidentes, como el papel desempeñado por España en el mundo: puntero, entonces; irrelevante, ahora. Pero la tendencia a abandonar el barco es una constante que se repite, como también vuelven los intentos centralizadores que antaño culminaron con la llegada de los Borbones y hoy se insinúan en las posiciones extremas de la derecha o de la izquierda y en los medios de comunicación que las sustentan.

Vale la pena reflexionar sobre las palabras del señor Mas. Según él, las únicas comunidades autónomas que requieren un Estatuto especial son Cataluña y el País Vasco. Me permito discrepar de su opinión, aunque pienso que hay que concederle parte de razón. Desde el siglo XIX, Cataluña y el País Vasco se singularizaron con un perfil nacionalista específico: por ello lograron la aprobación de sus Estatutos de autonomía en la II República y por ello siguen constituyendo casos especiales. Sin embargo,
su especificidad no es algo exclusivo y el problema no se resolvería satisfaciendo tan solo sus reivindicaciones, como si las de los demás fuesen algo caprichoso.

La España autonómica es una pobre caricatura del modelo ibérico federal, que ya existió


A ver si nos entendemos.
Las 17 comunidades autónomas que fueron aprobadas al socaire de la Constitución son un disparate, si lo que se pretende es que cualquiera de ellas merece tantas competencias de autogobierno como Cataluña o el País Vasco. Es evidente que el café para todos promovido por la UCD pretendía disimular las transferencias estatales a dichas comunidades —que parte de la sociedad española de entonces (y de ahora) rechazaba— haciéndolas extensivas a todo el mundo. Pero entre los beneficiarios de esta ampliación infundada existen muchos grados y sería radicalmente injusto tratarlos por igual. Considérese el caso de Galicia. Es verdad que históricamente perteneció a Castilla-León durante siglos y que sus reivindicaciones autonómicas fueron más tibias que las catalanas o vascas, tanto en el XIX como durante la II República. Pero también es verdad que el gallego sigue siendo la lengua materna de la mayor parte de la población, algo que ya quisieran para sí Cataluña y, más aún, el País Vasco.

No obstante, con agregar Galicia a Cataluña y al País Vasco como territorios "especiales" tampoco sería suficiente. Si lo verdaderamente diferencial es la existencia de otras lenguas históricas junto al español, habría que añadir Baleares, la Comunidad Valenciana, Asturias, Navarra y Aragón, en orden decreciente por porcentaje relativo de hablantes de las mismas, a las autonomías singularizadas. Tampoco veo por qué la lengua debe ser el único rasgo diferencial relevante. Si lo que importa es el alejamiento geográfico, Canarias reclama un estatuto privilegiado frente a todas las demás. Y
si lo relevante es el tamaño y el número de habitantes, Andalucía podría constituir perfectamente un Estado europeo medio, igual que Castilla, mientras que casi todas las demás solo tienen el tamaño o los recursos de un land alemán.


¿Es posible un país con regiones muy autónomas, bastante autónomas, algo autónomas y nada autónomas? Lo dudo

¿Es posible un país con regiones muy autónomas, bastante autónomas, algo autónomas y nada autónomas? Lo dudo. Este modelo, que recuerda al del sistema solar, está montado sobre el supuesto falso de que existe un centro y una periferia, cuyas zonas más extremas —donde la fuerza gravitatoria de la estrella central se debilita— podrían llegar a descolgarse: en otras palabras, que Madrid es como el Sol, y Cataluña o el País Vasco serían como Plutón, un planeta cuestionado que, desde 2006 (¡el año del Estatut!), ha sido reclasificado por la Unión Astronómica Internacional. Claro que en España el falso supuesto no deja de ser un supuesto operativo: obramos como si Madrid fuese el centro natural de España y no el centro de Castilla, por lo que los flujos económicos, las comunicaciones y la imagen del país convergen hacia dicha ciudad en claro detrimento de Barcelona, de Sevilla, de Valencia o de Bilbao, por ejemplo.

Otro modelo resulta imprescindible. Un modelo en el que todas las comunidades autónomas tuvieran las mismas competencias, pero en el que solo hubiese una media docena.

Otro modelo es posible. Mejor dicho: resulta imprescindible. Un modelo en el que todas las comunidades autónomas tuvieran las mismas competencias, pero en el que solo hubiese una media docena, precisamente las que figuran en el escudo de España, con algún agregado extrapeninsular. Son estas comunidades las que fundaron el Estado español, no en época inmemorial, según quieren los esencialistas, pero tampoco antes de ayer, sino entre 1469 (matrimonio de los Reyes Católicos) y 1512 (incorporación de Navarra) más o menos. Un modelo ibérico federal, que ya existió (incompleto, en ausencia de Portugal) y del que la España autonómica constituye una pobre caricatura.

En el mundo global y hostil que nos circunda, nuestro esquema nos hace pequeños e ineficaces


Porque la primera condición de un Estado federal es la relativa igualdad —de derechos, de población, de recursos económicos— de los miembros federados. Sentado este requisito, los distintos Estados se asocian en beneficio mutuo, como ha sucedido en Alemania, en la India o en EEUU. Si dicha condición no se da, una de dos, o los miembros más débiles parasitan a los más fuertes o estos subyugan a aquellos. En España fueron los flujos financieros procedentes del Nuevo Mundo los que desequilibraron la balanza a favor de una sola de las partes, que tuvo que tirar del resto a su costa, hasta que, acabado el río de oro americano, la situación se invirtió de hecho, aunque no formalmente.

El debate debería abrirse ya, o que Dios nos coja confesados. Que nadie piense que en un mundo a la vez global y hostil, como el que nos circunda, podremos subsistir con el modelo vigente, el cual nos hace ser cada vez más pequeños e ineficaces, juntos o separados, poco importa. La España centralista se ha revelado un fiasco histórico, pero la ruptura pura y simple de los lazos comunes, con la que tan alegremente especulan algunos nacionalistas, dejaría a sus respectivas naciones fuera de su mercado natural, desvinculadas de los territorios de su mismo tronco lingüístico y/o cultural y además sería el embrión de futuras contiendas civiles derivadas de su bilingüismo irreductible. Se trata de un sueño imposible, el sueño de la razón que crea monstruos. En este asunto no se puede probar a ver qué pasa porque los pasos en falso acaban en el abismo. Y, sin embargo, algún paso habrá que dar o el tsunami que viene nos arrastrará a todos.