Por Javier Martínez
Nadie duda que
la onda expansiva del referendo escocés de mañana alcanzará de lleno a España
(y a toda la UE). La cuestión no es si lo hará sino cómo lo hará en función del
resultado. Si sale sí, más o menos ya sabemos lo que ocurrirá por estos pagos. Los
peris hispanos se crecerán y verán en el mismo un aval a sus tesis. Pero, ¿qué pasaría si Escocia finalmente dice
no a la independencia? ¡Pobres ingleses!, la de asimetrías pseudofederales que
les esperan. Al Reino (todavía) Unido, a la desesperada y a última hora, no se
le ha ocurrido otra cosa que ofrecer a Escocia más chuletas y caviar, más
trasferencias, aumentando las desigualdades políticas entre británicos (las
indignas e insidiosas asimetrías, puras asechanzas), si votan por la unión. Y pobres castellanos, porque dicho
modelo (ya tenemos el tipo de onda expansiva) mucho me temo que acabará
imponiéndose también aquí como al Reino Unido le salga bien. Así que
castellanos y demás restospañoles, átense los machos y cierren los bolsillos.
¿Por qué me
compadezco de los ingleses/castellanos? No es que la unión sea mala, que objetivamente
no lo es ni aquí ni allí, es que la unión trapaceada, mediante engaños a una
parte, mediante caramelos selectivos solo para unos pocos, la unión entre
desiguales, es un agravio y una indignidad intolerable, sea cual sea la parte
colocada en posición de colonia efectiva. Juntos e iguales, tan importante lo
uno como lo otro, o antes rota que asimétrica y a correr todos por separado.
¿Qué es ‘la cuestión West Lothian’?, y sobre todo,
¿existe una cuestión semejante en Castilla y demás Restospaña?
Ardua cuestión
esta que nadie parece querer abordar, ni allí ni aquí. La periodista Celia Maza
(El Confidencial, 15/09/2014) nos recuerda que
"en el Reino Unido siempre ha existido la paradoja de que los
parlamentarios deben votar sobre cuestiones que afectan a regiones [se refiere
a las cuatro naciones que componen el Reino Unido] distintas a aquellas en las
que fueron elegidos y al mismo tiempo no pueden decidir sobre asuntos que sí
incumben a su propio distrito. Es una contradicción que se discute desde 1886,
pero que adquirió especial protagonismo en 1977 cuando el laborista Tam
Dalyell, diputado por la circunscripción de West Lothian (Escocia), preguntó en
la Cámara de los Comunes: ‘¿Hasta cuándo van a tolerar los diputados ingleses
que haya al menos 119 diputados de Escocia, Gales e Irlanda del Norte
ejerciendo un importante, probablemente decisivo, efecto en la política inglesa
cuando ellos mismos no tienen voz en los mismos asuntos de Escocia, Gales e
Irlanda del Norte?’ Si finalmente se transfieren poderes a Edimburgo, Londres
ya no tendrá capacidad para decidir sobre los asuntos del norte de la frontera
[inglesa], pero los escoceses sí podrían seguir votando en cuestiones claves de
Inglaterra. Desde entonces, la bautizada como 'Cuestión West Lothian' es un
fantasma incómodo al que nadie quiere hacer frente. En efecto, ahora existen 59
asientos en la Cámara Baja ocupados por diputados de circunscripciones
escocesas. Si, finalmente, tras una eventual victoria de la Unión en el
referéndum [independentista escocés], se transfieren poderes a Edimburgo,
Londres ya no tendrá capacidad para decidir sobre los asuntos del norte de la
frontera, pero los escoceses sí podrían seguir votando en cuestiones claves que
sólo atañen a Inglaterra” y ello porque el parlamento de Westminster no es
inglés sino británico. Huelga decir que la cuestión West Lothian se agravó cuando a finales de los noventa del siglo XX al laborista Tony Blair se le ocurrió crear los parlamentos escocés, galés y norirlandés pero no el inglés... que a la postre acabaría generando un hasta entonces inexistente nacionalismo inglés alimentado por el agravio.
Ni más ni
menos que el genuflexo federalismo asimétrico que se plantea aquí, que no es
sino una forma rebautizada del café para tres o una versión remasterizada de las
autonomías de vía lenta y rápida de hace unos años, es decir, un acatamiento
indigno de la máxima periférica “lo mío es mío y lo vuestro de todos”.
Reformulo y
adapto la pregunta: ¿hasta cuándo van a tolerar los diputados castellanos del
Congreso de los Diputados que haya tropecientos diputados de Perifelandia
ejerciendo un importante, probablemente decisivo, efecto en la política
castellana cuando ellos mismos no tienen voz en los mismos asuntos de Perifelandia
ya trasferidos?, ¿por qué ellos votan sobre asuntos policiales que afectan a la
Guardia Civil, verbigracia, si nosotros no podemos votar sobre los que afectan
a los Mozos de la Cuadra?, ¿por qué vascos y navarros pueden votar sobre
asuntos fiscales nuestros si nosotros no votamos sobre sus parasitarios fueros
fiscales?
Digo yo que
una cosa es no ser, o no sentirse, castellanista, y otra muy distinta es ser
tonto al cubo y ni saber que se es castellano. Este es el caso del madrileño
Pedro Sánchez, flamante nuevo secretario general del asimétrico PSOE, partido
que propone las desigualdades políticas y jurídicas entre españoles como “salida”
a las deslealtades periféricas. Bien claro lo dejó en la entrevista de Gloria
Lomana en Antena 3TV el pasado 10//09/2014: "¿Está Vd. a favor de
conceder los privilegios fiscales de vascos y navarros a los catalanes? No. ¿Y
de quitárselos a vascos y navarros? Tampoco". ¿Es o no estulto?
Volvamos al caso británico y a su extrapolación a
España, algo que ya ha dado mucho juego en otros artículos de esta bitácora. Michael
Keating, profesor de Ciencia Política en la escocesa Universidad de Aberdeen y
del Instituto Europeo de Florencia, en “La independencia de Escocia” (Ediciones
de la Universidad de Valencia, 2009) afirma lo siguiente: “Mientras los escoceses tengan otras opciones, es poco probable que el
final del Reino Unido venga de la secesión escocesa. Es más posible que venga,
aunque resulte extraño decirlo, de la secesión de una Inglaterra que ya no está
dispuesta a pagar el precio político y económico de la Unión”.
¿Alguien se imagina siquiera un aserto como ese en
un texto redactado en una universidad de Castilla? Si los escoceses finalmente
no se van, será porque los ingleses pagarán la unión, y estos, que no se han
desprendido aún del ambiente victoriano, ni se van a enterar, estarán tan felices.
En España, somos los castellanos principalmente quienes
pagamos el coste de la unión, véase la red radial de infraestructuras
terrestres, incluidas las humillantes infraestructuras hidráulicas properiferia, véase el desprecio
institucional hacia los derechos de los castellanohablantes, véase nuestro
troceamiento territorial e institucional, véase la infrarrepresentación política
o la política industrial, o véase, en fin, el modelo parasitario fiscal de
vascos y navarros,... y lamentablemente, buena parte de nuestro pueblo más feliz
que una perdiz.
Totalmente de acuerdo. Inglaterra tiene la ventaja de que no ha sido despedazada en diversas "comunidades" artificiales, pero aun así las similitudes con Castilla son enormes. De salir el no y confirmarse las nuevas cesiones y la consolidación de la asimetría británica, es de preveer como respuesta un aumento del sentimiento de identidad inglés. Seamos un poco optimistas y pensemos que igual que el independentismo escocés está influyendo en el separatismo de los peris hispanos, el previsible renacimiento inglés influirá positivamente en el castellanismo. Un saludo.
ResponderEliminarOjalá el renacer inglés influya positivamente en el castellanismo. Saludos.
EliminarNo me había dado cuenta de que Inglaterra hubiera muerto, intentar ver un paralelismo entre los castellanos y los ingleses es muy complicado, ten en cuenta que ellos no dejan de ser unos piratas y siempre van a encontrar la forma de salir adelante, pasando por encima de quien sea y sin respetar las leyes que no hayan impuesto ellos. El castellano no sabe actuar asi, es mas leal, mas legal, y constituye un pueblo mucho mas noble en su comportamiento. Los ingleses son una rémora para todo aquel que se alíe con ellos, exceptuando a los EEUU. La historia inglesa así nos lo demuestra.
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