Por su interés, reproduzco íntegro un gran artículo firmado por Javier Orrico (reproducido por Periodista Digital, 24/09/2013), a propósito de las últimas declaraciones de la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre sobre que "hay que catalanizar España":
Por Javier Orrico
"Hasta ahora habíamos creído que lo que defendía Esperanza Aguirre era españolizar España. Frente al marianismo mudo, el centrismo desleído y los potitos ideológicos, se trataba de reconstruir el Estado para volver a ser iguales, para tener una sanidad de todos, con hospitales abiertos a cualquier español, y una educación en la que se estudiara esencialmente lo mismo en La Coruña, Gerona o Valencia. Más que nada para poder viajar o vivir donde nos diera la gana. Y lo mismo con la Justicia, la Policía o los impuestos. Un país grande para respirar frente a estas patrias jibarizadas de hoy. Un país donde escapar del campanario de la aldea, que es lo que se consideró progresista hasta que los autoprogresistas se convirtieron en mamporreros de los jíbaros nacionalistas. Salvando aCorcuera, bronco, sincero y español, de cuando los socialistas creían en la igualdad y en que el progreso era unir.
Pero ha ido Aguirre a Cataluña a halagar a “una burguesía”, esa de “la pérgola y el tenis” que inmortalizó el gran Jaime Gil de Biedma, su tío; esa de las “Últimas tardes con Teresa”, de Marsé; esa que consiguió colarnos el mito de su civilidad y su europeísmo, cuando en verdad lo único que habían hecho era explotar la cobardía del Régimen de la Restauración (y de todos los que vinieron después), imponiendo un proteccionismo que hemos pagado los demás, no sólo como mercados cautivos, sino como factorías de mano de obra barata. La misma que hoy les molesta tanto si pide que a sus hijos les enseñen también en español.
“Hay que catalanizar España”, ha dicho Aguirre. Puede que haya querido ofrecer puentes, dulcificar el conflicto. Pero con eso, y alguna otra afirmación poco meditada, se anula a sí misma como alternativa y pervierte el conjunto de un discurso que su partido habría debido pronunciar hace mucho tiempo. A los políticos madrileños siempre se los acaba comiendo el hijo pródigo catalán, hasta que un día a los hijos leales se nos hinchen los mismísimos. Sobre todo cuando además ha añadido que hay que acabar con el “café para todos”, recurrente demanda catalanista para aparecer como los únicos que merecen distinción. Sólo ellos son singulares, sólo ellos son necesarios, como el señor alcalde de “Amanece que no es poco”. Los demás, al parecer, somos contingentes y hemos “surgido de la nada”, qué milagro histórico-genético. Si se lo hubieran dicho al general Martínez Campos se habría ahorrado marchar en 1874 con medio ejército español hasta Cartagena, o sea, la nada, y bombardearla para acabar con la revolución cantonal. Tendremos que montar una Diada conmemorativa a ver si nos traen el tren, que seguimos con las mismas vías del siglo XIX. Parece que es el único lenguaje que entiende eso que se conoce por Madrit.
Si lo que quieren es ofrecerles a los catalanes un estatuto de desigualdad, que no se esfuercen, que ya lo tienen. Pero si lo que pretende el triángulo Madrit-Barcelona-Bilbo-ao, que malgobierna y esquilma España desde hace ciento cincuenta años, es proclamar nuestra natural inferioridad, no sólo de hecho, sino legal, que directamente nos declaren siervos de la gleba o casta de intocables a todos los españoles de las regiones “inexistentes”, de la regiones-limbo. Esto es, bien leído, lo que proponen el PSOE-PSC bajo el nombre de reforma federal de la Constitución, una estafa absoluta para consolidar los privilegios catalanes y la supremacía de los territorios sobre los individuos. La envoltura de un racismo que envilece a la izquierda española y va camino de acabar también con la derecha, que así volvería de pleno a su vieja naturaleza caciquil y foralista.
Hace casi veinte años que ya se intentó la catalanización de España. Que al fin no es más que un secular proyecto del nacionalismo catalán de cuando aún no era mayoritariamente separatista, y pensaba, henchido de orgullo industrial, sustituir a una Castilla desaparecida en el combate de darse a España. Pero para fecundar una nación hay que estar dispuesto a diluirse en ella, lo que una Cataluña siempre ensimismada nunca quiso hacer. Por eso, ni siquiera ha conseguido ser aceptada en los territorios que repobló, porque siempre le han visto la patita colonial. Castilla, en efecto, hoy no existe, pero ha dejado tras de sí una civilización universal y quinientos millones de personas.
"Hace casi veinte años que ya se intentó la catalanización de España. Que al fin no es más que un secular proyecto del nacionalismo catalán de cuando aún no era mayoritariamente separatista, y pensaba, henchido de orgullo industrial, sustituir a una Castilla desaparecida en el combate de darse a España. Pero para fecundar una nación hay que estar dispuesto a diluirse en ella, lo que una Cataluña siempre ensimismada nunca quiso hacer. Por eso, ni siquiera ha conseguido ser aceptada en los territorios que repobló, porque siempre le han visto la patita colonial. Castilla, en efecto, hoy no existe, pero ha dejado tras de sí una civilización universal y quinientos millones de personas".
Aquello, lo de 1986, se llamó “Operación Roca”, y fue una alianza de los pocos liberales españoles, con Garrigues a la cabeza, y un pujolismo que enviaba a su mejor hombre, Roca(y de paso lo desactivaba en Cataluña), para lograr el viejo sueño de la total hegemonía catalana en España. Ya no sólo económica, como aún lo era entonces, sino política, cultural y simbólica.
Pero eso ya pasó. Los españoles, taurinos, intuyeron el engaño. Ya no hay mito. Sólo queda su mentira. Ni culta, ni civilizada, ni universal. Lo que ha quedado al descubierto es la hegemonía de una Cataluña cateta, en su peor sentido, cerrada, de pequeñoburgueses venidos a más, nostálgicos del proteccionismo y las fronteras. Donde llaman curiosamente españoles, a modo de insulto, a los los mejores catalanes, los que se resisten a ser así, los millones que no merecen que los olvidemos y que han sido excluidos de la vida oficial. Bendito insulto. Desde que se autogobiernan, su declive ha sido imparable. Cataluña es hoy la región más corrupta de España, según la Comisión Europea. O sea, que ya estamos bastante catalanizados. Más no, por favor".
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