Por Javier Martínez.
Ante la inminente derogación por parte de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha de la Ley por la que se creó hace lustros la indicación geográfica protegida Vinos de la Tierra de Castilla, deseo manifestar mi rotundo rechazo a la misma y denunciar la errática y desnortada política vitivinícola de los distintos gestores de la Junta de Comunidades pasados y presentes que han llevado al agro vitivinícola castellano, con incidencia especial en La Mancha y La Manchuela, al caos más absoluto.
"La Junta de Comunidades pretende derogar la marca 'Vinos de la Tierra de Castilla' y arreando que es gerundio"
El marchamo Vinos de la Tierra de Castilla, que considero es una excelente marca comercial, fue creado para dotar de una marca reconocible común a vinos de baja calidad y escasa comercialización elaborados fuera de las denominaciones de origen o que no quieren o no pueden someterse a las normas de calidad y elaboración de éstas; si bien inicialmente tuvo cierto éxito y aceptación entre los viticultores, ha acabado en fracaso precisamente porque se concibió mal. A mi juicio, ese marchamo debe reformularse y debe emplearse no como marca de vinos de comercialización residual escasamente controlados sino como marca común global que identifique a todos los vinos de calidad que se producen en la meseta. No debe ser una submarca sino una supra marca geográfica que ayude a posicionarse a todos nuestros vinos, sobre todo en mercados internacionales que es donde se juega el futuro el sector. La Marca Castilla goza de un incuestionable prestigio entre las capas cultas y adineradas de toda Europa y de medio mundo; es lamentable que en este y en otros muchos ámbitos no seamos capaces de extraerle el valor económico que tiene. Es una marca fácilmente reconocible, lo que evita grandes inversiones previas en posicionamiento, y se asocia a un territorio peninsular concreto, lo que ayuda a diferenciarse de otros competidores españoles tanto dentro pero sobre todo fuera de España donde introducir y asentar docenas de denominaciones de origen por separado se antoja un disparate mercadotécnico.
Propongo que se rescate, se reformule y se relance dicho marchamo como sello comercial agrupado común a todos los vinos de Castilla. No debemos olvidar ni pasar por alto que no ha existido ni ha surgido jamás en toda la historia peninsular una entidad político-institucional con la poderosa personalidad y con un protagonismo histórico a escala regional, peninsular, continental y global como el de Castilla, y eso implica actualmente un valor económico inmenso en muchísimos ámbitos que nadie está sabiendo explorar ni explotar sobre todo en aquellas actividades económicas que se asocian al medio físico como es la agro ganadería y el turismo cultural, rural y de interior.
La política agraria de la Junta de Comunidades, un auténtico caos.
La política agraria de la Junta de Comunidades de las últimas décadas y la actual no hay quien la entienda y es un auténtico caos. Es como un partido de ping-pong, ahora hacía allá, ahora hacia acá. Ahora se subvenciona arrancar viñas al tiempo que también se paga por plantarla, ahora se permite regar las cepas, antes estaba prohibido, antes las variedades autóctonas no servían y han de ser francesas, ahora se vuelve a la variedad airén de peor calidad y mayor producción que devuelven a La Mancha a los tiempos del granel. Se ha perdido la perspectiva, si es que alguna vez se tuvo, y no solo con la viña (con el olivar pasa algo parecido), cuando con la viña hay que pensar en plazos de 20 años. La prueba es que también se deroga parcialmente la Ley de la Viña y el Vino de Castilla-La Mancha dando la impresión de que no sabemos qué hacemos ni donde vamos. Solamente la eliminación del capítulo de infracciones y sanciones al agricultor, que al parecer eran diez veces mayores aquí que en otras regiones, parece razonable.
En los últimos meses hemos visto un nuevo giro en política agraria. Ahora resulta que la restructuración del viñedo, es decir, la replantación con riego por goteo y más alta densidad para aumentar producción, va a prolongarse un año más de lo previsto en Castilla-La Mancha según autorizó hace semanas la Junta de Comunidades que dirige Cospedal. Motivo alegado: los viveros no tienen cepas suficientes para atender el aluvión de pedidos de última hora del último año del plan. Pero sobre todo no las hay de la antaño denostada variedad airén, empleada esencialmente para hacer alcohol vínico (y brandy de Jerez), la misma que se ha venido arrancando inmisericordemente durante años, reduciendo su superficie de 400.000 a 200.000 hectáreas en pocos años. ¿Qué está pasando? Que en las bodegas no se le paga al agricultor la calidad sino la cantidad (posiblemente porque éstas no saben llegar después a un consumidor final que valore y reconozca en una marca común, prestigiosa, sólida y fácilmente reconocible la calidad y el origen del producto) y el agricultor se está desengañando y está volviendo a la viña de siempre, y que un año de buenos precios para los graneles ha relanzado el frenesí vitícola echando por tierra años de política vitivinícola orientada no a la cantidad sino a la calidad. ¿Qué puede pasar en un futuro próximo? La vuelta a la plantación masiva de airén, ahora con riego, puede alcanzar cosechas espectaculares de hasta 20 toneladas por hectárea y acabar en una burbuja cuyo pinchazo en el futuro acarreará consecuencias desastrosas, más aún en comarcas dedicadas al monocultivo de la vid casi en exclusiva. Los precios de la uva en estos últimos años han sido excepcionalmente buenos, con una rentabilidad como hacía años que no se veía y eso ha desatado el entusiasmo por plantar lo máximo posible antes de que se acabe el plazo de la reestructuración. Dado que la gran mayoría de las reestructuraciones consisten en sacar viñas viejas y de poca producción (aunque de mayor calidad) y sustituirlas por la airén (de baja calidad y alta producción), eso supondrá aumentar la cosecha de toda España, La Mancha es el mayor viñedo del país, hasta la sobreproducción dentro de tres a cinco años (que es cuando se alcanza el óptimo de producción) lo que desembocará en un hundimiento o estallido de la burbuja. Una vez más, el campo castellano se está lanzando al monocultivo sin límites de lo que últimamente parece haber sido rentable, relanzando (como también sucede con el olivar), ciclos de sobreproducción y de hundimiento, y todo ello por una obtusa planificación pública desde la Junta de Comunidades.
"La vuelta a la plantación masiva de airén, al granel y la no calidad, puede acabar en una burbuja cuyo pinchazo en el futuro acarreará consecuencias desastrosas"
Propongo, por enésima vez y precisamente ahora que se están redactando los nuevos planes hidrográficos con los que se aprobará el nuevo Plan Hidrológico Nacional (PHN) antes de fin de año, retomar los planes de regadío de La Manchuela conquense y albacetense declarados hace décadas como de interés general por el Estado, y aún sin desarrollar, así como la utilización del agua del canal Tajo-Segura para transformar en regadíos cientos de tierras castellanas por las que trascurre dicho canal. El regadío es la única forma de conjugar especialización y diversificación agrícola sin caer periódicamente en devastadores ciclos y burbujas que condenan a la ruina periódica al campo castellano, además de ser motor de desarrollo agroindustrial indirecto y de servicios inducido. Esto sí, señora Cospedal, haría de la agricultura la base de la pirámide económica regional y conllevaría empleo en cantidades notables y no sus buenas palabras.
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